martes, 3 de mayo de 2011

LAS OBRAS DE MISERICORDIA LA “MANERA” DE SER IGLESIA


Cuando Jesús tuvo que tomar la decisión de cómo iba  a anunciar y proponer el Reino de Dios lo hizo no por medio de una revolución armada (así como vemos que hoy se proponen los cambios), tampoco por una resistencia “pasiva” o por la simple preocupación por no ofender a Dios y cambiando interiormente, sino por medio del Amor, ese amor que se manifiesta en preocuparse del sufrimiento ajeno. Esto Jesús lo predicó y lo vivió sanando a los enfermos (Mc. 1,34); dando de comer a los hambrientos (Mc. 6,30), curando a los poseídos ((Mc. 5,1-20), resucitando a los muertos (Mc. 5,35), procurando la justicia social (Lc. 19,1-10). Para Jesús hablar del Reino de Dios era hablar de la vida y la dignidad de los seres humanos. Por eso predicaba “curando todas las enfermedades y los sufrimientos del pueblo” (Mt. 4,23).
     La Iglesia, con esa visión tan profética que tenía Pablo VI, volvía a proponer “La Civilización del amor”. ¿Y…..?
Nos cuesta salirnos de nuestros esquemas, nos sentimos más seguros pero nuestro cristianismo es “estéril”.
Por eso vuelve a resonar a nuestros oídos aquello que de chiquitos (los de una cierta edad) nos enseñaban en el catecismo: las obras de Misericordia.
Hoy el Catecismo de la Iglesia Católica nos las recuerda: “Instruir, aconsejar, consolar, confortar, perdonar  y sufrir con paciencia, dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene,, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos, la limosna hecha a los pobres”  (nº 2447)
     “Compartir la vida” es lo que nos enseñó Jesús, el Hijo de Dios. Por eso no hay que buscar recetas “estériles” como la violencia, la resistencia pasiva,, la espiritualidad intimista buscando estar bien por dentro. La misericordia: “sed misericordiosos como es misericordioso el Padre celestial” (Lc. 6,36) es  la única receta que funciona de verdad.

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