Queridas familias:
El mes de
septiembre está fuertemente marcado por la intención de volver a colocar la Palabra de Dios en el
centro de nuestra vida como punto de referencia permanente. Ella es “rica y
eficaz”, y además, inamovible. De hecho, Jesús mismo la compara con una “roca”
sobre la que se edifica una casa o vida (Mt.7, 24). Podríamos decir que la Palabra (identificada con
Jesús por el Evangelista Juan en Jn. 1, 14: ‘La Palabra se hizo carne’) es
una especie de “constitución” (como ley suprema) de la comunidad creyente o
Iglesia, aunque se diferencia de las constituciones nacionales, porque, ya sean
buenas o malas, estas cambian según las conveniencias, las distintas culturas,
las necesidades, etc. Por el contrario, para los cristianos la Palabra de Dios es una
roca sobre la que edificamos nuestras vidas y la nos da la seguridad de caminar
en el Proyecto de Dios.
Por otro lado, no
podemos caer en una doble trampa: la del fundamentalismo literal de la Palabra (tomarla al pie de
la letra) o la de la libre interpretación. Son dos errores bastante graves. La
carta a los Hebreos nos habla de ella como “viva y eficaz”, siempre actual y en
movimiento, se encarna en las distintas culturas y modos de expresarse de los
hombres en determinadas épocas de la historia. Pero, como no somos expertos en
todo este movimiento escriturístico, tenemos que dejarnos conducir por quien
tiene “autoridad” (nos presta un servicio), es decir, por nuestros pastores,
los obispos, ayudados por los expertos en exégesis. Esto es lo que Jesús mismo desea
y comunica de una manera explícita; de este modo nos evita caer en el
fundamentalismo o también en la arbitrariedad de la interpretación.
¿Qué es lo
importante entonces? ¡TENER INTERES! Interés por conocer y dejarse conducir por
la Palabra de
Dios interpretada por la
Iglesia (comunidad creyente) con la ayuda de sus pastores.
Solo así entonces, frente a la gran
confusión religiosa que existe en nuestra época, podremos encontrar seguridad y
vivir en la esperanza de las promesas de Jesús.
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