El
Pecado. Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica
nº 1849: “Es una falta contra la razón,
la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y
para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la
naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. Ha sido definido
como “una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna”.
La razón
nos hace descubrir lo que está bien y lo que está mal (lo bueno y lo malo). No
hace falta ser creyentes para ello: es una realidad escrita en el corazón
(interioridad) de todo hombre.
La verdad
nunca es subjetiva, no la posee una sola mente. Para que se pueda afirmar que
algo es verdad tengo que mirar hacia afuera, es externa a mi conocimiento, que
nunca puede abarcar el todo.
La conciencia
recta es seguir aquello que, escrito en la interioridad del hombre, se me
presenta como bueno. Se habla de “recta” lo que indica que toda conciencia se
tiene que desarrollar, crecer, precisamente para no justificar permanentemente
mis actos contrarios a la razón y a la verdad.
Para los creyentes Dios es el punto de referencia, un
ser superior que está más allá de nosotros. Un Dios que se relaciona con el
hombre por amor y busca el bien de todos. Ese Dios quiere ser Padre de todos y
que todos nos sintamos hermanos, ya que tenemos la misma dignidad. Todo lo que
se opone a su amor por nosotros es lo que llamamos pecado.
Para nuestra religión revelada (por medio de la Biblia ), el pecado se identifica
con la desobediencia, una rebelión
contra Dios por el deseo de ser “como dioses”, pretendiendo conocer y
determinar el bien y el mal (ver: Génesis 3,5).
Nosotros, para crecer como hijos de Dios, miramos a la Palabra para encontrar en
ella lo que es: “camino, verdad y vida”. Es punto de referencia para conocer la
verdad sobre nosotros mismos y sobre Dios. En ella encontramos esa permanente
lucha entre el bien y el mal. Encontramos a un Dios que para quitar el “pecado”
del mundo (lo que nos destruye como seres humanos) se hace hombre y entrega su
vida dejándonos antes su mensaje que ilumina y guía nuestra vida y sus gestos
que expresan la verdad de sus palabras. Podemos así descubrir con la razón, la
verdad y formarnos una conciencia recta para que el Amor a Dios y al Prójimo
sea la Ley
suprema que nos realiza y nos da vida.
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