lunes, 3 de septiembre de 2012

EL RINCON DE LA CATEQUESIS


El Pecado. Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica nº 1849: “Es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. Ha sido definido como “una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna”.
La razón nos hace descubrir lo que está bien y lo que está mal (lo bueno y lo malo). No hace falta ser creyentes para ello: es una realidad escrita en el corazón (interioridad) de todo hombre.
La verdad nunca es subjetiva, no la posee una sola mente. Para que se pueda afirmar que algo es verdad tengo que mirar hacia afuera, es externa a mi conocimiento, que nunca puede abarcar el todo.
La conciencia recta es seguir aquello que, escrito en la interioridad del hombre, se me presenta como bueno. Se habla de “recta” lo que indica que toda conciencia se tiene que desarrollar, crecer, precisamente para no justificar permanentemente mis actos contrarios a la razón y a la verdad.


Para los creyentes Dios es el punto de referencia, un ser superior que está más allá de nosotros. Un Dios que se relaciona con el hombre por amor y busca el bien de todos. Ese Dios quiere ser Padre de todos y que todos nos sintamos hermanos, ya que tenemos la misma dignidad. Todo lo que se opone a su amor por nosotros es lo que llamamos pecado.
Para nuestra religión revelada (por medio de la Biblia), el pecado se identifica con la desobediencia, una rebelión  contra Dios por el deseo de ser “como dioses”, pretendiendo conocer y determinar el bien y el mal (ver: Génesis 3,5).
Nosotros, para crecer como hijos de Dios, miramos a la Palabra para encontrar en ella lo que es: “camino, verdad y vida”. Es punto de referencia para conocer la verdad sobre nosotros mismos y sobre Dios. En ella encontramos esa permanente lucha entre el bien y el mal. Encontramos a un Dios que para quitar el “pecado” del mundo (lo que nos destruye como seres humanos) se hace hombre y entrega su vida dejándonos antes su mensaje que ilumina y guía nuestra vida y sus gestos que expresan la verdad de sus palabras. Podemos así descubrir con la razón, la verdad y formarnos una conciencia recta para que el Amor a Dios y al Prójimo sea la Ley suprema que nos realiza y nos da vida.

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