martes, 11 de diciembre de 2012

EL RINCÓN DE LA CATEQUESIS


¿Se puede ser cristiano sin participar de la Eucaristía Dominical? Veamos un poco.
Ciertamente no es la simple participación a la Eucaristía la que nos hace cristianos, sino el ser discípulos, seguidores de Cristo, aquellos que buscan poner en práctica el Mensaje que El nos dejó.
Como Él sabe que esto no es fácil, sobre todo en el mundo y cultura en la que vivimos, nos dejó el alimento de su Palabra y el de su Cuerpo y Sangre. La Liturgia Eucarística hace presente (es un memorial) el Proyecto de Salvación para el  cristiano, tanto individualmente como para la Comunidad.
Este acto de Jesús, la cena pascual, fue dado a sus discípulos, y lo fue no como una opción sino como un mandato: “Haced esto en memoria mía”.
En palabras simples: somos de veras cristianos cuando Jesús nos acompaña a través de este “medio” elegido por Él. Este Sacramento es fundamental para nuestra vida y sin él no hay mucha seguridad de estar en el camino querido por Jesús.
Por el contrario, la cultura religiosa de hoy impone como criterio que la participación a la Celebración Eucarística no es necesaria, o lo puede ser sólo cuando lo siento, lo necesito o por compromiso; en estos casos se usa el eufemismo de la “sinceridad”, “autenticidad”, etc. Además, por lo que se ve, ciertas cuestiones superficiales, más sensibles que eficaces, se utilizan como medios para la vida cristiana.
El buen cristiano es aquel que decide, con el mayor de los compromisos, hacerle caso a Jesús y no a las propias inclinaciones. Es aquel que sabe que si no conocemos el Mensaje de Jesús no somos fieles a Él; es el que sabe que haciendo lo que Él nos manda (“Hagan todo lo que el les diga”, Jn. 2) podemos crecer en humanidad y como Hijos de Dios.
La Celebración Litúrgica, con sus dos mesas: la de la Palabra y la de la Eucaristía, es la síntesis celebrativa de nuestra fe; es el momento en el cual Dios viene a nuestro encuentro para enriquecernos y para unirnos. De hecho, en la Misa es la Familia de Dios la que comparte y celebra la vida de Dios en ella. Es el momento en el cual, por medio de la Palabra, se nos marca el camino y se nos da el alimento para transitarlo durante la semana.
Como dijimos antes: no se insiste en la participación solo para que seamos muchos o para que cumplamos, sino para que podamos  vivir y caminar juntos, así como Jesús quiere. Todo esto exige compromiso, ganas de participar, ganas de acompañar, perseverancia y tolerancia (ayudarnos).
Al no vivir ya en una cultura medianamente cristiana es oportuno aclarar los tantos y si decidimos algo saber porqué lo vamos a hacer.
Pongámonos en la escucha del Evangelio de Lucas, evangelio que se usaba y se usa para la conocer más a Jesús, identificarse con Él y continuar su obra evangelizadora siendo un solo corazón y una sola alma.

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