lunes, 31 de diciembre de 2012

SER “MISIONEROS”


La Eucaristía es principio y proyecto de la “Misión”. Pero antes que nada es importante reconocer en la Eucaristía la fuente de la misión. Es importante que cada bautizado y con más razón el que se acerca semanalmente a la Eucaristía, comprenda que esa comunión que se hace con Cristo es para identificarse con El, que vino para evangelizar. El Evangelio nos recuerda lo siguiente: “Jesús llamó a los discípulos para que estuviesen con El y para mandarlos a evangelizar”. Hoy, en la situación concreta que vivimos, no se comprende ni se acepta a un cristiano preocupado solo por su propia salvación (el “que se salve quien pueda”). Hay que despertar en nuestros hermanos la inquietud por conocer a Jesús, como lo hizo Zaqueo, para que el encuentro con El provoque un cambio en la vida: de paz, justicia, solidaridad, fraternidad, etc.
Comunicar la fe, es la misión ineludible y la más bella para un cristiano: “Es hermoso ver bajar de la montaña los pies del mensajero de la paz…”, cantamos.

Se saben las dificultades para vivir este compromiso, pero también sabemos que podemos dar pequeños pasos para concientizarnos y realizarlo. Aquí van dos:

1.       El UNO POR UNO. Cada familia o persona asume el compromiso de evangelizar a otra persona o familia. Ejemplos: por medio de la Catequesis o con las familias que se acercan a Caritas. Esta tarea se prolonga en el tiempo comenzando primero por establecer un contacto humano, fraterno, solidario y acompañando con la amistad la vida del otro.
2.       TAREA DE RECUPERACION. ¡Cuántas personas o familias han pasado por la Parroquia o por la Comunidad y por diversos motivos ya no están! La recuperación consiste en que  alguien asuma la tarea de acercarse a una de ellas.

Se trata de acciones sencillas pero que indican que el bautizado ha comprendido que de Dios recibió una vocación y también una misión; que con la ayuda de Dios, quién envía, tenemos asegurada la ayuda.
Recordemos también aquello de San Agustín que decía: “quién salva una vida, salva la propia”. La Misión cristiana tiene como finalidad ser instrumento para que el otro u otros puedan acercarse a Cristo y descubrir todo el amor de Dios.
Todo esto está apoyado en el misterio de la Eucaristía, como lo podemos leer en el relato de los discípulos de Emaús (Lc. 24, 28-35).

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