Uno de los objetivos del Año de la Fe es el de hacer de la Fe un estilo de vida. En otras
palabras: ¡vivir el don de la fe!
El apóstol Santiago nos recuerda -y es Palabra de
Dios- que la Fe
sin obras es una fe muerta. La respuesta del hombre al don de la fe, lo que
hace la fe madura, son las obras, la unión entre lo que creemos y lo que
vivimos. Sabemos por el Evangelio (Mt. 25) que el Juicio personal y universal
al final de nuestra vida terrena tendrá como eje nuestra preocupación por el
otro, única manera de estar en comunión con Dios.
La tradición de la Iglesia a lo largo de toda su existencia nos
sintetiza estas obras de misericordia en dos grupos de siete (valor simbólico
del número 7): las corporales y las espirituales. Veamos cuáles y qué son las
obras de misericordia corporales (las espirituales las presentaremos en febrero).
Las obras corporales no las puede realizar ciertamente
una sola persona. No todos se encuentran en las condiciones de realizar la
totalidad de siete pero cada uno tendría que ver por qué camino Dios lo guía
para hacer “madura” la fe recibida. Una Comunidad cristiana, que es
espiritualmente y realmente Cuerpo de Cristo, estaría invitada por medio de sus
miembros a vivir estas obras que en definitiva son las obras (respuesta) sobre
las que seremos juzgados en el Juicio final (Mt. 25). Estas obras no necesitan explicación
pues son “obras” concretas que todos podemos comprender.
1. Visitar y cuidar a los enfermos.
2. Dar de comer al hambriento
3. Dar de beber al sediento
4. Dar albergue al peregrino
5. Vestir al desnudo
6. Visitar a los presos
7. Enterrar a los muertos
Para una aproximación más detallada leer el Catecismo de la Iglesia Católica
nº 2447.
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