En este nuevo ciclo litúrgico la Iglesia medita el
Evangelio de Lucas en las celebraciones festivas. Por eso, para la oración
personal, grupal o comunitaria con la Palabra de Dios es bueno tener presente algunas
pistas:
1) El Evangelio
de Lucas y los Hechos de los
Apóstoles fueron escritos por el mismo autor. El Libro de los Hechos es la continuación del Evangelio: lo que
sucedió en Jerusalén continúa luego en el mundo...
2) Sitúa
la presencia de Cristo en el contexto histórico: la encarnación de Dios
con todo lo que ella conlleva.
3) Fue escrito para los paganos, en un contexto
social y político romano, culturalmente abierto a los griegos. Insiste en la
radicalidad de la
Resurrección de Jesús pero como esto era difícil de entender
para los griegos, Lucas usa un lenguaje más comprensible: “Jesús está vivo.”
Tampoco encaja el título de Cristo Mesías en el mundo cultural, así que los
presenta como el “Señor, Salvador”. Tiene sus diferencias con relación a los
otros evangelistas.
4) Todo el evangelio de Lucas está centrado en
Jerusalén, que es un lugar con características teológicas. La Salvación comienza en
ella y termina en ella y desde allí se lanza la misión universal.
5) La misión de Jesús es universal, no se cierra
en el Pueblo Judío, por eso aparecen mucho los samaritanos...
6) Las mujeres tienen un lugar preferencial (lo
que no es común en los otros evangelistas y en la cultura de la época).
7) Es un Evangelio social, destaca la importancia
de lo humano-terrenal en el proyecto de Dios pues aquí y ahora se juega la
única vida del hombre.
8) El perdón en Lucas, que es MISERICORDIA,
es un aspecto fundamental, pero que
exige “conversión”.
Estos son algunos rasgos característicos de Lucas que
nos pueden ayudar en nuestro “camino de conversión” hacia la Jerusalén celestial.
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