lunes, 11 de julio de 2016

LA MISERICORDIA ES RECONCILIACIÓN EN ESTA ETAPA DE LA VIDA ARGENTINA

Queridas familias:
Este mes de Julio vivimos el Bicentenario de nuestra Independencia. Aunque se celebre muy modestamente por la situación que se vive (no puede haber despilfarro), es un momento importante para reflexionar, para hacer un examen de conciencia social y para proyectarnos en la búsqueda de aquellos ideales que hacen al bien de todos los que habitamos esta hermosa nación.
Por lo general, la historia se cuenta desde las distintas ideologías que los hombres construimos, aunque debemos aceptar que no existe uniformidad en estas miradas, como así también, que no siempre imperan en ellas motivos sanos y de interés común. Pero hay una línea común: en aquella oportunidad no hubo conformismo para aceptar la dependencia de una nación lejana; se siguió un claro ideal: construir una nación independiente, con sus propias características, para ser libres de las decisiones que, tomadas en otras latitudes, beneficiaban a los opresores y explotadores. Del mismo modo, la Independencia y la Libertad fueron también los ideales del Éxodo que Moisés realizó con el Pueblo hebreo. El 9 de Julio de 1816 marcó la diferencia en nuestra historia local, y en ese Congreso, y con la presencia de muchos clérigos, se decidió por estos dos mismos ideales que guiaron al antiguo pueblo. La Iglesia, por tanto, no se mantuvo al margen en estos dos hechos históricos, no se lavó las manos; sino que por el contrario se comprometió y buscó darle a estos ideales un matiz evangélico. Construir la Patria no fue fácil porque la naturaleza del hombre no es fácil. Pero el ideal estaba marcado y muchos se encargaron de recordarlo y jugarse por él, también con características altruistas, buscando y colaborando por la independencia de otros pueblos.
El objetivo fue (y es) el bien de la Patria antes que el de los hombres particulares, que simplemente “pasan” por la historia. Construir una nación en ese presente pero pensando en las nuevas generaciones.
Conocemos los vaivenes que luego se sucedieron y que nos impidieron acelerar esta construcción. Sabemos de la cultura del individualismo y del “que se salve el que puede”. Conocemos el egoísmo y el centrarnos en el sólo hoy, sin miras al futuro. Conocemos el corazón humano que piensa que él tiene la verdad y que es el único que la puede llevar adelante. Pues bien, todos estos aspectos constituyen las dificultades concretas que nos impiden construir una nueva realidad. Desde chico escuché esta frase: “sacrifiquémonos hoy para que nuestros hijos y nietos estén bien mañana”, ya soy grande y la frase se repite…; bueno, a esperar… Son frases hechas y sin consistencia, según la historia.
No pensemos tampoco que la preocupación tiene que ser solo económica (ya conocemos como nos fue). Es preciso pensar: ¿qué ideales tenemos?; ¿cuáles son las líneas generales para el bien del ser humano en su totalidad?; ¿con qué principios y valores nos armamos para alcanzarlos? En estas cuestiones estamos todos bien divididos: no somos capaces de sentarnos a la mesa y consensuar, proyectar, tener en cuenta a las minorías, etc.
Finalmente, los cristianos ¿tenemos algo que proponer como lo hicieron en aquella oportunidad? Sí, se nos propone la actitud de “Misericordia” con todo lo que ello implica. Jesús buscó y busca el bien de todo ser humano y para ello nos dio su mensaje y realizó gestos claros, como el lavatorio de los pies. Allí tenemos que confrontarnos para la construcción de una Patria que todos merecemos.

     Que Dios nos bendiga y nosotros lo escuchemos y actuemos.

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