martes, 19 de julio de 2016

PARA PENSAR



En el Capítulo V de la Evangelii Gaudium, el Papa Francisco nos habla de “Evangelizadores con Espíritu”.
¿Qué quiere decir con esto? Este nombre significa que para vivir nuestra vida cristiana -que además de un hecho personal es un hecho social- ¡hay que evangelizar! Esta es una tarea de todos indistintamente y para cumplirla hay que dejarse llenar por el Espíritu Santo. ¿De qué manera? Francisco nos indica dos actitudes o acciones: la oración y el trabajo: “Algo tiene “espíritu” cuando hay móviles interiores que impulsan, motivan y alientan, dan sentido a la acción personal y comunitaria”.

La oración es la actitud por medio de la cual el Espíritu toma posesión de nosotros y se convierte en el motor que nos impulsa. Lo importante es entender de qué oración se trata. Sin despreciar ninguna, pues cada persona tiene su propio proceso, la oración evangélica se basa en la Palabra de Dios con estas tres preguntas como base:
1.     ¿Qué dice el texto?
2.     ¿Qué me dice el texto?
3.     ¿Qué le “respondo” al texto?

Cuando se habla de Texto se habla de la Palabra que todos los días Dios nos regala. La Palabra es Jesús que nos va educando y formando como lo hizo con los Apóstoles. Esa Palabra penetra y termina motivando, dando sentido, impulsando, tal como les sucedió a los apóstoles después de Pentecostés.
Dice el Papa: “no sirven las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social…. Hace falta cultivar un espacio interior que dé sentido cristiano al compromiso y a la actividad…. La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración (Espíritu). Y también nos pide “evitar la tentación de una espiritualidad oculta e individualista que poco tiene que ver con las exigencias de la caridad y con la lógica de la Encarnación.” (Nº 262)

¿Cómo llevar a la práctica estas indicaciones, diría imperiosas, de parte de cada uno de nosotros y a nivel comunitario? Será, como dice en el Nº 263, solamente si evitamos “la debilidad humana, la búsqueda enfermiza de sí mismo, el egoísmo cómodo, en definitiva, la concupiscencia que nos asecha a todos”.

Es importante que todo esto nos ayude a pensar y a hacer propuestas. Quizás sea el momento de volver a aquellos encuentros para meditar y rezar con la Palabra de Dios (acciones cristianas que realizábamos hace un tiempo reunidos en pequeñas comunidades en nuestros hogares y cuya práctica lamentablemente se fue perdiendo) para evitar así los errores, manteniendo alto la llama de la perseverancia y fidelidad.
Todo es difícil, lo es hoy como lo fue ayer. Pero, ayudados por Jesús, no perdamos el ánimo.


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