viernes, 8 de julio de 2011

SER IGLESIA HOY, URGENCIA HISTORICA.


Nuestras sociedades hoy viven al máximo el vértigo de la comunicación; sabemos todo de todos; lo que sucede en una isla remota que décadas atrás ni siquiera sabíamos que existía, lo vemos  al mismo momento  que los habitantes de la misma y en todo el mundo al unísono.
Pero a la vez que este fenómeno se comprueba, vemos también que el hombre está cada vez más solo, se retrae en el individualismo, en la droga, en el hedonismo, en el más simple paganismo.

Ante este estado de cosas, surgen dos preguntas, ¿No está el hombre hoy pidiendo a gritos, sin saberlo acaso, por Dios? Y ¿No tendría la Iglesia que ser respuesta concreta a las aspiraciones del hombre de nuestro tiempo? Porque la Iglesia, entendida en su más pura esencia como la comunidad de los discípulos de Cristo, reunida por la caridad recíproca y en torno a la Eucaristía, es el lugar de acceso a Dios; es para decirlo con palabras del Concilio Vaticano II “... como el Sacramento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano”.  Hermosa y profunda reflexión que la Iglesia hace de sí misma, movida sin duda por el Espíritu Santo.
La Iglesia es, en definitiva, la comunidad donde Dios se hace presente de una manera especial (no la única); pero éstas no son palabras mágicas, son una realidad que Dios quiere y que no se logra sin la participación del hombre.
Por cierto que la presencia de Dios en Jesús no se da solo en la Iglesia, pero, ¿cómo se acercaran las personas a la Eucaristía, a la Palabra?; ¿cómo verán a Jesús en los ministros ordenados, en los que sufren cualquier necesidad o dolencia, si antes no ven, no sienten, la presencia de Jesús en medio de dos o más..., o sea, si no lo ven en la comunidad cristiana?
Volviendo al titulo: es una urgencia para nosotros, que nos llamamos cristianos, ser Iglesia, vivir de tal forma el amor (ágape) reciproco entre nosotros, para poder generar la presencia de Jesús.
Esto es lo que el hombre de hoy necesita para llenar todo vacío, para colmar cualquier expectativa, esto es lo que Dios quiere de nosotros hoy.
A menudo entendemos a la Iglesia como esa superestructura que, a  través de los siglos, los hombres han construido, y como no nos sentimos identificados con ella, lo que hacemos es criticarla, y con esto no hacemos nada para cambiarla.  Pablo VI decía “No le pidas a las estructuras lo que debe hacer tu propio convencimiento”.
La Iglesia está  donde dos o más se reúnen en nombre de Jesús, lógicamente dispuestos a dar la vida el uno por el otro, a ejemplo del mismo Jesús.
Pongamos mano a la obra; en nuestra comunidad se nos dan pistas, caminos para ayudarnos a ser Iglesia. Es importante buscar integrar a los nuevos matrimonios de la catequesis; es importante prestar atención especial a las jóvenes familias que se van formando; es importante “compartir” con todos dejándonos guiar por el Espíritu Santo; es importante involucrarnos inventando, soñando, participando. Como nos enseña la “comunidad evangélica de Lucas, siendo una comunidad “ministerial” (servidora de al vida). Es la hora de la comunidad, es la hora de la común-unión de los hermanos, para enriquecernos y poder dar algo a los demás, ese algo es más bien Alguien, es Jesús. Es El quien hace posible que seamos Iglesia.

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