viernes, 8 de julio de 2011

9 DE JULIO: DIA DE LA INDEPENDENCIA


¿Cuál era la visión de los que proclamaron la Independencia allá por el 1816? Posiblemente no era solamente una independencia económica, o política. Posiblemente pensaban en un país con características propias, con valores que habían recibido pero también con los que se podían adquirir sin ser colonia y pensando para adentro. Así fue heterogéneo el grupo de aquellos padres de la patria: sacerdotes, abogados y militares. Seguramente deseaban que los criollos participasen del gobierno y de la gestación de esta nueva nación.

Desde aquella fecha todos los años se celebra este acontecimiento. ¿Pero se mantiene el mismo espíritu? ¿Qué piensan nuestros gobernantes cuándo recuerdan el acontecimiento? Sobre todo: ¿de quien se independizó el país en aquella oportunidad?; ¿de quién depende hoy en día?; ¿somos lo que queremos nosotros o somos los que otros quieren que seamos?; ¿qué valores cimentaron aquella patria y cuales son los que se nos proponen hoy para ser dependientes? ¡Cuantas preguntas nos podríamos hacer!
Pero más que tantas preguntas, que son buenas el hacerlas, es mejor ir buscando respuestas.
Una sería no perder el espíritu de los que forjaron nuestra patria. Otra la de recuperar la libertad interior como pueblo y para ello hay que realizar una “sana crítica” de todo lo que se nos quiere vender o regalar, analizando si para nuestra cultura es oportuno y nos “realiza” o nos “esclaviza”. A veces se da la impresión que nos “vendemos” por un plato de lentejas.... porque elegimos lo más fácil e inmediato y nos cuesta “ser constructores” de una realidad nueva.
Todos queremos ser libres, pero para ello hay que tener bien en claro que hay libertad sólo cuando hay elección del bien, nunca del mal. Y que la libertad es una opción, es un riesgo que exige responsabilidad. Ésta significa tener bien en claro que no solo tenemos derechos sino que también tenemos obligaciones, y éste es un valor que culturalmente hay que recuperar.
Como cristianos tenemos que aportar a nuestra patria los valores “eternos” del Evangelio. Son los únicos que nos hacen libres.

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