viernes, 29 de julio de 2016

PARA RECORDAR Y COMUNICAR

PARA RECORDAR Y COMUNICARA NUESTROS CIRCULOS…..

El próximo sábado 30 realizaremos nuestro JUBILEO DE LA MISERICORDIA. Un acto por el cual nos ponemos en camino hacia Jesús, la Puerta, para dejarnos abrazar por Él y recibir la indulgencia de su perdón, junto con la fuerza para “re-comenzar”  el camino de discipulado de Jesús junto con los que creen en él.
¿Qué condiciones nos pide la Iglesia, como administradora de los tesoros de Jesús?
1.      confesión sacramental,
2.      Los fieles están llamados a realizar una breve peregrinación hacia la Puerta Santa,
3.      La Celebración de la Misa con la comunión eucarística
4.      acompañar estas celebraciones con la profesión de fe y con la oración por mí y por las intenciones que llevo en el corazón para el bien de laIglesia y de todo el mundo”.
¿Cómo lo haremos nosotros como Comunidad?
1.      El viernes 29, a las 20 hs. celebraremos el Sacramento de la Reconciliación Comunitariamente. Durante la semana sería importante que cada uno realice un examen de conciencia escribiendo los “pecados” en un papel que luego, en la celebración, quemaremos con el fuego del Cirio Pascual.
2.      El sábado 30 nos congregamos a las 14,45 en el Templo Parroquial y a las 15 comenzamos nuestra Peregrinación hacia la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús. Lo haremos con sencillez: los que hayan recibido las catequesis sobre este Acto están invitados, durante la misma, comunicar el significado del mismo a los que están a su alrededor. Evangelizamos sin vergüenza. Caminaremos lo más ordenadamente posible.
3.      Llegados a la “Puerta Santa” nos detendremos delante de ella “confesando nuestro Credo” y rezando por las Intenciones del Papa Francisco. La cruzaremos para entrar en el Templo, signo visible de la Presencia de Jesús, de la Iglesia de discípulos, para dejarnos abrazar por Él. Agradeceremos su Misericordia con la celebración Eucarística y sellando la Nueva Alianza con la Comunión.
4.      Recordar que el Lema del Año Santo es: “Misericordiosos como el Padre”

lunes, 25 de julio de 2016

Mons. Arancedo advirtió sobre el riesgo de la fe a medida

Santa Fe (AICA): ¨Hay como un mercado religioso creado por el hombre que no resiste la mirada purificadora del Evangelio. La fe cristiana parte de la iniciativa de Dios que viene al encuentro del hombre. A esto que nos parece tan simple siempre debemos volver, para superar toda tentación de manejar a Dios y hacer de la vida religiosa una suerte de relación a nuestra medida, que la acomodamos a diversas circunstancias. Dios pasa a ser como un adjetivo más en nuestras vidas y no la fuente que nos enriquece y que, ciertamente, nos puede sorprender”, advirtió el arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, monseñor José María Arancedo.
El arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, monseñor José María Arancedo, recordó que “Dios y la libertad del hombre nos hablan de un amor único y personal, pero también de la dignidad y el poder del hombre”, al reflexionar sobre el pasaje evangélico de la visita de Jesús a la casa de Marta.
“Este aparente límite de Dios no desconoce su grandeza, sino que expresa el camino de su pedagogía. Dios no ha creado ‘robots’, ha creado hombres libres y responsables. Marta lo recibe, es lo que el Señor espera. Este aspecto del relato evangélico es esencial, es la primera actitud de fe que descubre la presencia del Señor y lo recibe”, subrayó en su alocución semanal. 
El prelado afirmó que “a su presencia solo la podemos conocer con los ojos de la fe. Ella no es para nosotros un salto al vacío ni algo mágico, sino un apoyarnos en el testimonio de su Palabra que nos llama e invita a un encuentro vivo con él”.
“Una fe que se desconecta de esta fuente única va creando sus propios proyectos, elaborando sus creencias y aparentes seguridades que nos alejan del Dios verdadero, del Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Hay como un mercado religioso creado por el hombre que no resiste la mirada purificadora del Evangelio”, advirtió. 
“La fe cristiana parte de la iniciativa de Dios que viene al encuentro del hombre. A esto que nos parece tan simple siempre debemos volver, para superar toda tentación de manejar a Dios y hacer de la vida religiosa una suerte de relación a nuestra medida, que la acomodamos a diversas circunstancias. Dios pasa a ser como un adjetivo más en nuestras vidas y no la fuente que nos enriquece y que, ciertamente, nos puede sorprender”, sostuvo. 
Monseñor Arancedo destacó que “su Palabra y la Eucaristía son lugares primeros donde Él ha querido quedarse para este encuentro. Aquí aparece la Iglesia como casa y comunidad que él ha instituido para dejarnos, a modo de testamento vivo, su presencia. Por ello es nuestra madre. Pero también sabemos, porque Él nos lo ha dicho, que está y viene a nosotros en nuestros hermanos más necesitados, en quienes ha querido ocultar su presencia, en los más pobres”.

“¿Cuándo te vimos, Señor?, es la pregunta que orienta su respuesta en el evangelio: ‘Les aseguro, nos dice, que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo’. Como vemos, la vida cristiana es respuesta a la iniciativa de Dios. Para encontrarlo, debemos buscarlo donde él ha querido quedarse y nos espera”, concluyó.+ 

martes, 19 de julio de 2016

“MISERICORDIOSOS COMO EL PADRE”

El Origen del Jubileo (de “jubilo”) lo encontramos en el Antiguo Testamento. Se trataba de un año sabático en el cual se descansaba, se ponían los esclavos en libertad, se dejaban de trabajar las tierras y se restituían las posesiones que se habían comprado a sus originales propietarios  (Levítico 25,19)
En la Iglesia católica, el Año jubilar o Año santo es un tiempo en que se conceden gracias espirituales singulares (indulgencias) a los fieles que cumplen determinadas condiciones, a imitación del año jubilar de los israelitas mencionado en el Antiguo Testamento. Se tiene la posibilidad de volver al estado original y recomenzar.

En los Jubileos tiene gran importancia el signo de la Puerta Santa que está presente en cada Iglesia particular (diócesis). De esta manera el Jubileo de la Misericordia puede ser una experiencia compartida por cada persona y así todos tengan la oportunidad de “cruzarla”
La Puerta Santa se convierte en el signo visible de la comunión universal; para que esta comunión eclesial sea cada vez más intensa, para que la Iglesia sea en el mundo el signo vivo del amor y de la misericordia del Padre.
El objetivo de la Puerta Santa es que la Iglesia, de la que somos parte, sea signo vivo del amor y de misericordia.
Este misterio de comunión, que hace de la Iglesia signo del amor del Padre, crece y madura en nuestro corazón cuando el amor, que reconocemos en la Cruz de Cristo y en cual nos sumergimos, nos hace amar como nosotros mismos somos amados por Él. Se trata de un Amor sin fin, que tiene el rostro del perdón y de la misericordia.
Pero el perdón y la misericordia no deben permanecer como bellas palabras, sino que deben realizarse en la vida cotidiana. Amar y perdonar son el signo concreto y visible que la fe ha transformado nuestros corazones y nos permite expresar en nosotros la vida misma de Dios. Amar y perdonar como Dios nos ama y perdona. Este es un programa de vida que no puede conocer interrupciones o excepciones, sino que nos empuja a andar siempre más allá sin cansarnos nunca, con la certeza de ser sostenidos por la presencia paterna de Dios.
Este gran signo de la vida cristiana se transforma después en tantos otros signos que son característicos del Jubileo.
La Puerta indica a Jesús mismo que ha dicho: «Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento» (Jn 10,9). Atravesar la Puerta Santa es el signo de nuestra confianza en Jesús que no ha venido para juzgar, sino para salvar (cfr. Jn. 12,47). La Puerta es Jesús.
Atravesar la Puerta Santa en nuestro Acto Jubilar tiene que ser signo de una verdadera conversión de nuestro corazón. Cuando atravesamos esa Puerta es bueno recordar que debemos tener abierta también la puerta de nuestro corazón. Estoy delante de la Puerta Santa y pido al Señor que me ayude a abrir la puerta de mi corazón. No tendría mucha eficacia el Año Santo si la puerta de nuestro corazón no dejará pasar a Cristo que nos empuja a ir hacia los otros, para llevarlo a Él y a su amor. Por lo tanto, como la Puerta Santa permanece abierta, porque es el signo de la acogida que Dios mismo nos reserva, así también nuestra puerta, aquella del corazón, esté siempre abierta para no excluir a ninguno. Ni siquiera aquella o aquel que me molestan. Ninguno.
En definitiva: atravesando la Puerta Santa no solo le pido a Dios Perdón y Misericordia para conmigo, sino que me comprometo a convertir mi corazón para ser misericordioso con todos y perdonar “siete veces siete”. Sin este compromiso el gesto queda “vacío”.

Viviendo desde el corazón este gesto, se hace realidad el lema de este Año Santo: “MISERICORDIOSOS COMO EL PADRE”

PARA PENSAR



En el Capítulo V de la Evangelii Gaudium, el Papa Francisco nos habla de “Evangelizadores con Espíritu”.
¿Qué quiere decir con esto? Este nombre significa que para vivir nuestra vida cristiana -que además de un hecho personal es un hecho social- ¡hay que evangelizar! Esta es una tarea de todos indistintamente y para cumplirla hay que dejarse llenar por el Espíritu Santo. ¿De qué manera? Francisco nos indica dos actitudes o acciones: la oración y el trabajo: “Algo tiene “espíritu” cuando hay móviles interiores que impulsan, motivan y alientan, dan sentido a la acción personal y comunitaria”.

La oración es la actitud por medio de la cual el Espíritu toma posesión de nosotros y se convierte en el motor que nos impulsa. Lo importante es entender de qué oración se trata. Sin despreciar ninguna, pues cada persona tiene su propio proceso, la oración evangélica se basa en la Palabra de Dios con estas tres preguntas como base:
1.     ¿Qué dice el texto?
2.     ¿Qué me dice el texto?
3.     ¿Qué le “respondo” al texto?

Cuando se habla de Texto se habla de la Palabra que todos los días Dios nos regala. La Palabra es Jesús que nos va educando y formando como lo hizo con los Apóstoles. Esa Palabra penetra y termina motivando, dando sentido, impulsando, tal como les sucedió a los apóstoles después de Pentecostés.
Dice el Papa: “no sirven las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social…. Hace falta cultivar un espacio interior que dé sentido cristiano al compromiso y a la actividad…. La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración (Espíritu). Y también nos pide “evitar la tentación de una espiritualidad oculta e individualista que poco tiene que ver con las exigencias de la caridad y con la lógica de la Encarnación.” (Nº 262)

¿Cómo llevar a la práctica estas indicaciones, diría imperiosas, de parte de cada uno de nosotros y a nivel comunitario? Será, como dice en el Nº 263, solamente si evitamos “la debilidad humana, la búsqueda enfermiza de sí mismo, el egoísmo cómodo, en definitiva, la concupiscencia que nos asecha a todos”.

Es importante que todo esto nos ayude a pensar y a hacer propuestas. Quizás sea el momento de volver a aquellos encuentros para meditar y rezar con la Palabra de Dios (acciones cristianas que realizábamos hace un tiempo reunidos en pequeñas comunidades en nuestros hogares y cuya práctica lamentablemente se fue perdiendo) para evitar así los errores, manteniendo alto la llama de la perseverancia y fidelidad.
Todo es difícil, lo es hoy como lo fue ayer. Pero, ayudados por Jesús, no perdamos el ánimo.


viernes, 15 de julio de 2016

RECREANDO LA CULTURA DEL ENCUENTRO (Como nos pide el Evangelio y el Papa Francisco)

En un mundo que tiende a lo individual, el Evangelio nos pide que cultivemos las relaciones interpersonales y a eso nos queremos abocar como Parroquia que quiere ser una “Comunidad” o “Familia de Jesús”. Con ese propósito, la Junta Parroquial nos propone dos momentos:

1.      El sábado 9 de Julio, a las 17:30 hs., proyectaremos una película “Si Dios quiere”. Se trata de un bello film con un mensaje interesante. Se hará en la biblioteca de la Parroquia y se ruega puntualidad para no molestar la proyección.

2.      El domingo 24 a partir de las 13 hs. festejaremos el Día del Amigo con un almuerzo y baile (con temática década ’60 y cuya concreción depende de lo que los que participen, deseen).  


3.      El sábado 30, saliendo de la parroquia a las 15 hs., tendrá lugar un importante Gesto de Fe: la procesión con motivo del Año de la Misericordia. Desde San Jorge iremos caminando hacia la Parroquia del Sagrado Corazón para atravesar la Puerta Santa, ganar las indulgencias, y celebrar la Eucaristía. El día anterior, viernes 29, y tal como nos pide la tradición del Año Jubilar, realizaremos en la Parroquia una Celebración Penitencial para darle sentido al acto del siguiente día; será a las 20 hs.

miércoles, 13 de julio de 2016

LA PEREGRINACION EN EL AÑO DE LA MISERICORDIA

LA PEREGRINACION
EN EL AÑO DE LA MISERICORDIA
“misericordiosos como el Padre

La peregrinación es un signo peculiar en el Año Santo, porque es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia. También es un “caminar” juntos para sostenernos, animarnos, compartir las alegrías y dificultades del camino. La vida es una peregrinación y el ser humano es viator, un peregrino que recorre su camino hasta alcanzar la meta anhelada.
También para llegar a la Puerta Santa, donde esté, cada uno deberá realizar, de acuerdo con las propias fuerzas, una peregrinación. Esto será un signo del hecho que también la misericordia es una meta por alcanzar y que requiere compromiso y sacrificio.
La peregrinación, entonces, sea estímulo para la conversión: atravesando la Puerta Santa nos dejaremos abrazar por la misericordia de Dios y nos comprometeremos a ser misericordiosos con los demás como el Padre lo es con nosotros.
El Jesús indica las etapas de la peregrinación mediante la cual es posible alcanzar esta meta: « No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará: una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque seréis medidos con la medida que midáis » (Lc 6,37-38).
Dice, ante todo, no juzgar y no condenar. Si no se quiere incurrir en el juicio de Dios, nadie puede convertirse en el juez del propio hermano.
Los hombres ciertamente con sus juicios se detienen en la superficie, mientras el Padre mira el interior. ¡Cuánto mal hacen las palabras cuando están motivadas por sentimientos de celos y envidia!
Hablar mal del propio hermano en su ausencia equivale a exponerlo al descrédito, a comprometer su reputación y a dejarlo a merced del chisme. No juzgar y no condenar significa, en positivo, saber percibir lo que de bueno hay en cada persona y no permitir que deba sufrir por nuestro juicio parcial y por nuestra presunción de saberlo todo. Sin embargo, esto no es todavía suficiente para manifestar la misericordia. Jesús pide también perdonar dar.
Ser instrumentos del perdón, porque hemos sido los primeros en haberlo recibido de Dios. Ser generosos con todos sabiendo que también Dios dispensa sobre nosotros su benevolencia con magnanimidad.
Así entonces, misericordiosos como el Padre es el “lema” del Año Santo. En la misericordia tenemos la prueba de cómo Dios ama. Él da todo sí mismo, por siempre, gratuitamente y sin pedir nada a cambio. Viene en nuestra ayuda cuando lo invocamos. Es bello que la oración cotidiana de la Iglesia inicie con estas palabras: « Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme » (Sal 70,2).
El auxilio que invocamos es ya el primer paso de la misericordia de Dios hacia nosotros. Él viene a salvarnos de la condición de debilidad en la que vivimos. Y su auxilio consiste en permitirnos captar su presencia y cercanía. Día tras día, tocados por su compasión, también nosotros llegaremos a ser compasivos con todos.


martes, 12 de julio de 2016

PARA IR TENIENDO EN CUENTA




A partir del Sábado 13 de agosto y hasta el Domingo 30 de Octubre
 las Misas o Celebraciones serán en estos horarios:
En la PARROQUIA         DOMINGOS a las 10 hs.
                                     SABADOS a las 17:15 hs.
     En la CAPILLA            SABADOS A LAS 17 hs.
 En el HOSPITAL         VIERNES A LAS 10 hs.  
                                         Celebración por los enfermos

lunes, 11 de julio de 2016

¿POR QUÉ BAUTIZAR A LOS NIÑOS? ¿NO SERÍA MEJOR ESPERAR A QUE ELLOS DECIDAN? (2)

Qué implica el Bautismo

Dios ha diseñado para cada ser humano una historia de amor, que se va desvelado poco a poco a lo largo de la vida. En la medida que tengamos un trato cercano con Él, esa historia se irá desvelando y tomando cuerpo. Y el primer paso para que se esa cercanía sea eficaz se da en el Bautismo. La fe cristiana considera el Bautismo como el sacramento fundamental, ya que es condición previa para poder recibir cualquier otro sacramento. Y éste es “gratuito”, no hacemos méritos para recibirlo. Nos une a Jesucristo, configurándonos con Él en su triunfo sobre el pecado y la muerte. Él es el comienzo de un proceso, como una semilla que se coloca en la tierra, en este caso en el interior del ser humano para que allí vaya desarrollándose y creciendo. En la antigüedad se administraba por inmersión. El que se iba a bautizar se sumergía por completo en agua. Así como Jesucristo murió, fue sepultado y resucitó, el nuevo cristiano se introducía simbólicamente en un sepulcro de agua, para despojarse del pecado y sus consecuencias, y renacer a una nueva vida. El bautismo es, en efecto, el sacramento que nos une a Jesucristo, introduciéndonos en su muerte salvífica en la Cruz, y por ello nos libera del poder del pecado original y de todos los pecados personales, y nos permite resucitar con él a una vida sin fin. Desde el momento de su recepción, se participa de la vida divina mediante la gracia que ya actúa y que va ayudando a crecer en madurez espiritual. Por  el bautismo nos hacemos miembros del Cuerpo de Cristo, en hermanos y hermanas de Jesús y entre nosotros, y por ende  en hijos de Dios. Somos liberados del pecado (aunque quedan sus consecuencias), y destinados a una vida en la alegría de los redimidos. «Mediante el bautismo cada niño es admitido en un círculo de amigos que nunca le abandonará, ni en la vida ni en la muerte. Ese círculo de amigos, esta familia de Dios en la que el niño se integra desde ese momento, le acompaña continuamente, también en los días de dolor, en las noches oscuras de la vida; le dará consuelo, tranquilidad y luz» (Benedicto XVI, 8 de enero de 2006).

Por qué la Iglesia mantiene la práctica del bautismo de niños


Esta práctica es de tiempo inmemorial. Cuando los primeros cristianos recibían la fe, y eran conscientes del gran don de Dios de que habían sido objeto, no querían privar a sus hijos de esos beneficios. La Iglesia sigue manteniendo la práctica del bautismo de niños por una razón fundamental: antes de que nosotros optemos por Dios, él ya ha optado por nosotros. Nos ha hecho y nos ha llamado a ser felices. El bautismo no es una carga, al contrario, es una gracia, un regalo inmerecido que recibimos de Dios. Los padres cristianos, desde los primeros siglos, aplicaron el sentido común. Así como  la madre no deliberaba largamente sobre si debía dar el pecho a su hijo recién nacido, sino que lo alimentaba cuando el niño lo requería, así como lo lavaban cuando estaba manchado, lo vestían y lo abrigaban para protegerlo de los rigores del frío, así como le hablaban y le daban cariño,  también le proporcionaban la mejor ayuda que cualquiera criatura humana necesita para desarrollar la vida en plenitud: la limpieza del alma, la gracia de Dios, una gran familia sobrenatural, y una apertura al lenguaje de Dios, de modo que cuando vaya despertando su sensibilidad y su inteligencia contemplen el mundo con la luz de la fe, aquella que permite conocer la realidad tal y como es.

LA MISERICORDIA ES RECONCILIACIÓN EN ESTA ETAPA DE LA VIDA ARGENTINA

Queridas familias:
Este mes de Julio vivimos el Bicentenario de nuestra Independencia. Aunque se celebre muy modestamente por la situación que se vive (no puede haber despilfarro), es un momento importante para reflexionar, para hacer un examen de conciencia social y para proyectarnos en la búsqueda de aquellos ideales que hacen al bien de todos los que habitamos esta hermosa nación.
Por lo general, la historia se cuenta desde las distintas ideologías que los hombres construimos, aunque debemos aceptar que no existe uniformidad en estas miradas, como así también, que no siempre imperan en ellas motivos sanos y de interés común. Pero hay una línea común: en aquella oportunidad no hubo conformismo para aceptar la dependencia de una nación lejana; se siguió un claro ideal: construir una nación independiente, con sus propias características, para ser libres de las decisiones que, tomadas en otras latitudes, beneficiaban a los opresores y explotadores. Del mismo modo, la Independencia y la Libertad fueron también los ideales del Éxodo que Moisés realizó con el Pueblo hebreo. El 9 de Julio de 1816 marcó la diferencia en nuestra historia local, y en ese Congreso, y con la presencia de muchos clérigos, se decidió por estos dos mismos ideales que guiaron al antiguo pueblo. La Iglesia, por tanto, no se mantuvo al margen en estos dos hechos históricos, no se lavó las manos; sino que por el contrario se comprometió y buscó darle a estos ideales un matiz evangélico. Construir la Patria no fue fácil porque la naturaleza del hombre no es fácil. Pero el ideal estaba marcado y muchos se encargaron de recordarlo y jugarse por él, también con características altruistas, buscando y colaborando por la independencia de otros pueblos.
El objetivo fue (y es) el bien de la Patria antes que el de los hombres particulares, que simplemente “pasan” por la historia. Construir una nación en ese presente pero pensando en las nuevas generaciones.
Conocemos los vaivenes que luego se sucedieron y que nos impidieron acelerar esta construcción. Sabemos de la cultura del individualismo y del “que se salve el que puede”. Conocemos el egoísmo y el centrarnos en el sólo hoy, sin miras al futuro. Conocemos el corazón humano que piensa que él tiene la verdad y que es el único que la puede llevar adelante. Pues bien, todos estos aspectos constituyen las dificultades concretas que nos impiden construir una nueva realidad. Desde chico escuché esta frase: “sacrifiquémonos hoy para que nuestros hijos y nietos estén bien mañana”, ya soy grande y la frase se repite…; bueno, a esperar… Son frases hechas y sin consistencia, según la historia.
No pensemos tampoco que la preocupación tiene que ser solo económica (ya conocemos como nos fue). Es preciso pensar: ¿qué ideales tenemos?; ¿cuáles son las líneas generales para el bien del ser humano en su totalidad?; ¿con qué principios y valores nos armamos para alcanzarlos? En estas cuestiones estamos todos bien divididos: no somos capaces de sentarnos a la mesa y consensuar, proyectar, tener en cuenta a las minorías, etc.
Finalmente, los cristianos ¿tenemos algo que proponer como lo hicieron en aquella oportunidad? Sí, se nos propone la actitud de “Misericordia” con todo lo que ello implica. Jesús buscó y busca el bien de todo ser humano y para ello nos dio su mensaje y realizó gestos claros, como el lavatorio de los pies. Allí tenemos que confrontarnos para la construcción de una Patria que todos merecemos.

     Que Dios nos bendiga y nosotros lo escuchemos y actuemos.