El Bautismo: llegamos al tercer momento. Con este gesto se
da un “re-nacimiento” se comienza a tomar conciencia del papel de Dios Padre,
de que comenzamos a ser hijos suyos de una manera muy especial (como Jesús) y
que la familia se agranda siendo efectivamente hermanos de los demás (la Iglesia ). En este momento
es importante considerar “palabras y gesto”. Palabras: “N…..yo te bautizo en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo” Dios es Padre (el creador), es Hijo (el
salvador) es Espíritu Santo (el santificador). Se sumerge al niño en la misma
vida de Dios: se es re-creado, se es salvado, se es santificado. Y todo esto se
expresa con el gesto de derramar
agua sobre la cabeza del niño.
¿Hizo el niño algún
mérito para obtener este don de la vida de Dios? ¡No! Esto quiere decir que
estar en Dios (por el bautismo) es un don “gratuito” que se nos da y del que
cada uno tendrá luego que hacerse cargo: en primer lugar los papás, acompañados
por los padrinos, que tendrán que educar en la fe, luego la Iglesia o
Comunidad, como “madre”, y finalmente cada bautizado, ya con conocimiento que
tendrá que responsabilizarse del don recibido y acrecentarlo creciendo como
buen Hijo de Dios.
Como ya se dijo en
otra oportunidad, con el rito bautismal comienza un “camino”, el que llevará al
niño bautizado a ser cristiano adulto, cuando ya conscientemente decida asumir
esta nueva vida confirmándola con el don del Espíritu Santo en la
“Confirmación”; luego se acerque a Jesús participando completamente a la
Eucaristía comulgando con Él, y así poder vivir “con Cristo, por Cristo y en
Cristo” el proyecto que Jesús nos transmitió con sus palabras y sus gestos y
que se resumen en el lavado de los pies que nos transmite el evangelista Juan
(Jn. 13,4-15)
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