Esto pasa también con relación a nuestra religión católica. Ponemos todo en discusión y nunca nos apoyamos en certezas. Sabemos que la FE es siempre un riesgo y nunca el resultado de nuestras elucubraciones: se apoya, como sobre una roca sólida, en la Palabra de Dios transmitida por el magisterio de la Iglesia. Nunca es una opinión. La siguiente es una certeza de nuestra fe: “El encuentro con Jesús vivo es el inicio y el camino de fortalecimiento del discípulo misionero”. Como bien decía el Documento de Aparecida: “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. Encontramos ejemplos en el Evangelio: los apóstoles, la samaritana, la hemorroísa, Zaqueo, el ciego de Jericó, y tantos otros.
¿Es ésta nuestra situación? ¿Se apoya nuestra fe en ese encuentro con Jesús vivo? ¿Tenemos certezas en nuestra fe? Si es así, ¿cuáles son? Lo decía muy bien el Papa Benedicto con relación a la mentalidad de la cultura de hoy dónde no hay margen para la fe. Existe sólo lo que cae bajo mis sentidos; se borra en la práctica la trascendencia. Si bien la mayoría dice ceer en Dios, hay un ateísmo práctico ya que ese Dios no incide en la vida, no es punto de referencia para la vida. Esta mentalidad serpentea en nuestras vidas, nos bloquea y, como dice la Palabra de Dios, ni podemos dar razón de nuestra fe.
La cercanía de Dios, su ternura, se nos ha demostrado en la Navidad. Seguirá en esa actitud siempre, esperando que nos rindamos a su amor.
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