Queridas
familias:
La Iglesia nace con Pentecostés. Jesús ya no
está físicamente presente en el grupo de los discípulos, pero sí lo está su
Espíritu Santo, que produce el gran acontecimiento que representa la Iglesia.
Los Apóstoles estaban allí y el Espíritu los convirtió en su fundamento, en el
punto de referencia, infundiendo en ellos la fe en Jesús muerto y resucitado.
Es por esto que el ministerio apostólico es esencial a la vida de la Iglesia
como “comunidad de los creyentes en Cristo”. Desde aquel acontecimiento, la
Iglesia fue creciendo teniendo siempre como referencia a los apóstoles y a sus
sucesores, es decir, a los Obispos (los que vigilan).
Hoy en día, esta
esencialidad de la Iglesia sigue vigente y también nosotros tenemos nuestro
sucesor de los apóstoles: el obispo diocesano Mons. Rubén O. Frassia, “pastor”
de esta Iglesia particular (cada diócesis es autónoma) de Avellaneda-Lanús. Él
también está en “común-unión” con los otros obispos, y todos ellos se hallan, a
su vez, en íntima y perfecta comunión con el “obispo de Roma”. Sólo en esa
comunión entre ellos se puede dar la Iglesia de Jesucristo. Los presbíteros
(los llamados sacerdotes) colaboran con el obispo en las distintas diócesis. Por
este motivo, los sacerdotes y los creyentes de las Comunidades parroquiales tienen
que estar también unidos (en comunión) al pastor diocesano. Es interesante
remarcar que toda esta estructura tiene su fundamento en la fe de los primeros
apóstoles y esta fe se manifiesta en la “comunión” de todos los que creen verdaderamente
en Jesús (no hay lugar para los francotiradores y para los que “se cortan solos”,
ya que al salirse de la comunión se excluyen de la Iglesia o familia de Dios).
El día 10 de junio nos visitará Mons. Frassia. Viene
para comunicar el don del Espíritu Santo a aquellos que han decidido confirmar
la fa recibida en el bautismo (fue el primer paso en el proceso para ser
cristianos), para realizar un gesto característico en los apóstoles. Pero
también viene para encontrarse con la Comunidad ya que se quedará con nosotros
después de la Celebración Litúrgica para compartir el almuerzo y crear esa
comunión que brota de la Eucaristía y de la comunión sacramental. Nos
confirmará en la fe y en la comunión.
Que El Padre misericordioso los bendiga con el
don del Espíritu Santo.
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