viernes, 4 de noviembre de 2011

EL DIACONADO PERMANENTE


El 16 de noviembre se cumple el 13º aniversario de la ordenación diaconal de José Oggioni. Esto nos da la oportunidad de reflexionar sobre uno de los aspectos fundamentales del funcionamiento de la Iglesia. “La diaconía” tiene su fundamento en el Nuevo Testamento, cuando los apóstoles eligieron a siete hombres “dignos” para el servicio (Hechos 6, 1-7)
¿Qué quiere decir la palabra “diácono”? , quiere decir “servidor”; está al servicio de la Iglesia particular (la diócesis) y de una comunidad específica.

¿Cuál es el origen del diaconado? Ya lo vimos en los Hechos de los Apóstoles: organizar a la comunidad, servirla (estar involucrado en ella para hacerla crecer).
Conocemos que de entre los 7 sacramentos hay uno llamado “Orden Sagrado”. Según la teología católica este sacramento tiene la función, ayudado por la gracia particular que comunica al que lo recibe, de conducir (pastorear, guiar, acompañar) a la Iglesia en su camino terrenal. Quien recibe este sacramento es parte de lo que se llama “la jerarquía” cuyo único mandato y objetivo es la de servir a la Iglesia – Comunidad haciendo presente a Cristo Jesús para bien de todos los que creen en Él y lo toman como eje de su vida.
Esta jerarquía de la Iglesia, en el sacramento del orden, está dividida en tres funciones: Episcopal (los obispos que serían los sucesores de los apóstoles en cuanto pastores y responsables de sus comunidades (las diócesis o Iglesias particulares); los Presbíteros (que llamamos sacerdotes, curas, etc.) que son los que colaboran directamente con los obispos participando de su misma misión  pero en las comunidades que llamamos parroquias (por lo tanto son pastores, guías, administradores o dispensadores de los sacramentos y maestros de la fe). Y finalmente los Diáconos “que reciben el sacramento del Orden para el servicio”. Ellos dependen directamente del obispo,  quien les designa el lugar y el tiempo de servicio a desarrollar, por lo general en las parroquias. El diacono, ministro de la Iglesia, puede (y generalmente lo es) ser casado; tiene su familia y su trabajo pero, precisamente por la “ordenación” está llamado al servicio dentro de la Iglesia; su vida gira entorno a la vida interna de la misma y de su misión pastoral.
Si bien todos los cristianos están para “ser y hacer la Iglesia”, de una manera muy especial lo están los diáconos por la gracia particular que les concede  Dios en la ordenación. Ellos tienen, como lo demuestran los Hechos de los apóstoles, la misión, por vocación, de colaborar en la construcción de la vida interna de la Comunidad dónde están y de ser puente entre la Comunidad y la sociedad del territorio parroquial, proponiendo y trabajando para que el Mensaje de Jesús llegué a todos (Hechos 8, 26-40).
La presencia diaconal en una comunidad, además de ser una “gracia” que Dios ofrece a los cristianos (nunca es una gracia solo personal – ligada a la persona), tendría que ser estímulo para comprender que en la Iglesia todos somos “servidores”, como todos, absolutamente todos somos “sacerdotes” por el bautismo (¡otro lindo tema para aclarar!).
Vale entonces el dicho (que se le atribuye a muchos personajes famosos  para darle importancia): “el que no vive para servir no sirve para vivir”

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