viernes, 4 de noviembre de 2011

“DIOS NOS LLAMA A SER SANTOS, A COMPARTIR CON EL Y LOS DEMAS”


Queridas familias:
  La fe cristiana tiene como centro vital el hecho de la resurrección de la humanidad (cuerpo) de Cristo Jesús. El, en su divinidad es eterno, pero en su humanidad fue concebido en el tiempo, nació, vivió 33 años y murió en la cruz. El ciclo terminó resucitando. Esto es el gran milagro; la obra de “salvación” de Dios para nosotros los hombres.
Por eso si en este mes hacemos conmemoración de todos los difuntos, lo hacemos para tomar conciencia de nuestra finitud humana mirando a los que nos precedieron y también para tomar conciencia de que Dios nos llama, nos invita, nos propone la resurrección. Por eso el 1º del mes recordamos a todos los santos, pues esa es nuestra meta pasando por el acontecimiento humano de la muerte.

  A nadie le gusta que le recuerden que un día morirá. Le tenemos una especie de terror a la muerte. Pero, se quiera o no, ¡sucederá! Querer esquivar el bulto no es signo de madurez ni de realismo, es todo lo contrario. Por eso Jesús nos advirtió que estemos prevenidos, preparados, ya que no sabemos ni qué día ni a qué hora vendrá el “ladrón”.
  Por eso este mes, que ya nos prepara para vivir un nuevo año litúrgico (año que gira entorno al proyecto salvador de Dios) es una invitación a tener una mirada de fe y esperanza hacia lo alto, hacia la santidad que es la comunión con Dios y con todos nuestros hermanos y para “siempre” y también tomar conciencia de que aquí estamos de paso, somos finitos y por lo tanto no podemos perder el tiempo y vivir de cualquier manera, sin sentido, sin gusto, sin metas. Y si este mensaje de la Iglesia es para todos los hombres, con más razón lo es para los que nos decimos cristianos, miembros vivos de este Cuerpo que es la Iglesia. Es importante cultivar el don de la Esperanza, es importante dar razón de ella a los demás, con el modo de vivir que no es otro que el propuesto por Jesús y que la Iglesia, intérprete calificada de su mensaje, nos transmite.
  Y así, con las ideas más claras y fortalecidas podremos comenzar el nuevo año litúrgico preparando la Navidad.
  No bajemos la guardia ni los brazos. Jesús se comprometió a estar siempre con nosotros hasta el fin del mundo (de nuestra existencia humana).

  Con la bendición de Dios para todos.
 
                                                                         p. Darío

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