jueves, 30 de diciembre de 2010

¿QUE PAPEL CUMPLE LA IGLESIA EN EL MUNDO?

          Este año, como ya dijimos anteriormente, la Palabra de Dios nos va conduciendo en la comprensión más clara del significado que tiene el “ser parte de la Iglesia Católica”. Ser parte es sentir y vivir como “miembros” de un Cuerpo; cada uno tiene una función y con esta función debe colaborar en hacer vivir bien a todo el cuerpo. Esto sucederá siempre y cuando la función se desarrolla sanamente.
            En la vida cristiana hay dos realidades que son idénticas en cuanto a lo que hacen presente, son dos formas de una misma realidad: estas son la Eucaristía y la Iglesia. Las dos son “EL CUERPO DE CRISTO”. No hay diferencias, están íntimamente unidas: La Iglesia hace la Eucaristía y la Eucaristía hace la Iglesia. Esto tiene consecuencias muy importantes en la práctica de vida cristiana.
Sin embargo vemos por diversos motivos cuesta aceptar esta verdad evangélica. Nos quedamos más con la palabra “es un misterio” (algo incomprensible, oculto y raro) que con lo que la palabra “misterio” significa: “proyecto de Dios” que, precisamente por provenir de Dios es amplio y no puede ser contenido por nuestra razón demasiado limitada.
            Si es “Proyecto de Dios”, para algo debe estar; para algo lo quiere Dios. Si la Iglesia (comunidad creyente organizada) es Cuerpo de Cristo que como resucitado sigue en este mundo, entonces su misión es continuar la obra de Cristo.  Y ¿Cuál es?: traer a este mundo opaco, contradictorio, confuso, el Reino de Dios; esta nueva relación con lo trascendente, con Dios, con los demás hombres, con la creación toda. Es construir sobre base sólida la vida de los hombres (Mt. 7, 24)
Esta Iglesia concreta en la que estamos metidos no es “perfectamente” el Reino de Dios; es el anticipo aquí en la tierra, es semilla; está llamada a ser Reino de Dios e incluir en este Reino a todos los hombres.
Jesús actúa por medio de ella, conciente de todas sus limitaciones, errores, dificultades. Ya hablaremos de esta realidad “negra” de la vida de la Iglesia. Si bien, más que mirar a los demás, cada uno tendría que mirarse como “miembro” de la misma. Y, como dijimos antes: vivir la fidelidad aún en medio de las dificultades.

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