lunes, 29 de mayo de 2017

COMUNIÓN SACRAMENTAL Y COMUNIÓN ECLESIAL



     Para los cristianos no sólo es importante participar de la Celebración de la Santa Misa (culto), sino que es indispensable y necesario, porque nos identifica como creyentes. Por otra parte, además de participar, es imprescindible recibir en ella la comunión sacramental, acción que implica “sellar” la Alianza entre “justicia y culto”. Pero, para ser sinceros y claros, no todos tienen las disposiciones objetivas para recibir la comunión “sacramental” tal como lo enseña Jesús (“si cuando vas a presentar tu ofrenda te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja la ofrenda, ve a reconciliarte con tu hermano y luego vuelve a presentar tu ofrenda”) y la Iglesia, (no obstante, cuando hay dudas consultar con el presbítero cada circunstancia particular). ¿Entonces?, ¿qué?, ¿hay que dejar de participar de la Misa por este obstáculo? Definitivamente: ¡No! ¿Tengo que sentirme menos porque no comulgo?: ¡No!

     La Comunión eclesial es tan importante y quizás más que la sacramental ya que ésta supone aquella para ser verdadera y fructífera. Participar del culto o celebración es de por sí “un encuentro con Dios y los hermanos”. Lo recordábamos en la celebración del Jueves Santo cuando nos referíamos a los misterios que allí se revivían: la Institución de la Eucaristía, la Institución del sacerdocio ministerial y el mandamiento del amor fraterno. Los dos primeros están ordenados a “vivir amándonos los unos a los otros como yo los he amado”.

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