martes, 4 de julio de 2017

Queridas familias:


Entramos en el segundo semestre de este año: ¿tenemos alguna expectativa?... Creo que pocas y que, además, andamos errantes en busca de una salida a la vida.
Estos tiempos difíciles ya estaban anunciados. Todos los cambios producen desconcierto y a la confusión se agrega el hecho de que son vertiginosos. En cuanto “cambios” resulta igual que con la corteza de los arboles, a la que el tiempo va modificando. Lo importante es reconocer que la corteza no es el árbol, sino la parte cambiante de él. El árbol es lo que es y lo que lo hace ser árbol. Así sucede con el hombre y la mujer: existe en lo humano lo accidental (instancias cambiantes) y lo esencial (lo que nos hace hombres y mujeres propiamente dichos). A su vez, lo mismo se da para los que nos decimos cristianos: hay en nosotros una realidad que no cambia, porque, si así fuera, dejaríamos de ser lo que somos o que lo que un día decidimos ser. Lamentablemente, no advertimos la diferencia y entramos en lo que Benedicto XVI, anticipándose, llamaba “el relativismo religioso” o “ateísmo práctico”. Pues, como decía al principio, esto ya estaba anunciado. De hecho, lo que en general se percibe dentro de la sociedad cristiana es que relativizamos todo, de esta manera, no solo cambiamos la corteza sino también lo que somos en esencia, pues hemos perdido el rumbo y el punto de referencia que son los valores del Evangelio, las enseñanzas de la Iglesia y el “camino” cristiano que implica también el caminar como “comunidad”. ¡Así de simple es! Podemos echarles la culpa a “los otros” pero esto no quita la responsabilidad personal de cada uno. Y la responsabilidad eclesial y social que más que unir, disgrega. Ciertamente, a nivel religioso tenemos que rendir cuentas sólo con Dios Padre, pero… ¡cuidemos no ningunear a ese Padre y a las enseñanzas y  al sacrificio de su Hijo!
A lo largo de los siglos de su conformación, la Comunidad cristiana en general supo transformar muchas veces la sociedad civil o, por lo menos, tener líderes que indicaron un camino, como por ejemplo San Francisco, el Papa Francisco hoy y muchos otros más. No obstante, el peligro de “relativizar todo” está siempre latente, como así también la pérdida de coherencia respecto de determinados criterios y valores. Por tanto y en definitiva: tratemos de cambiar la corteza, pero no dejemos de “ser cristianos” en nuestra esencia (como quiere Jesús).
Que Dios bendiga esta nueva etapa que comenzamos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario