Entramos en el segundo semestre de este año: ¿tenemos
alguna expectativa?... Creo que pocas y que, además, andamos errantes en busca
de una salida a la vida.
Estos tiempos difíciles ya
estaban anunciados. Todos los cambios producen desconcierto y a la confusión se
agrega el hecho de que son vertiginosos. En cuanto “cambios” resulta igual que
con la corteza de los arboles, a la que el tiempo va modificando. Lo importante
es reconocer que la corteza no es el árbol, sino la parte cambiante de él. El
árbol es lo que es y lo que lo hace ser árbol. Así sucede con el hombre y la
mujer: existe en lo humano lo accidental (instancias cambiantes) y lo esencial
(lo que nos hace hombres y mujeres propiamente dichos). A su vez, lo mismo se
da para los que nos decimos cristianos: hay en nosotros una realidad que no
cambia, porque, si así fuera, dejaríamos de ser lo que somos o que lo que un
día decidimos ser. Lamentablemente, no advertimos la diferencia y entramos en
lo que Benedicto XVI, anticipándose, llamaba “el relativismo religioso” o
“ateísmo práctico”. Pues, como decía al principio, esto ya estaba anunciado. De
hecho, lo que en general se percibe dentro de la sociedad cristiana es que
relativizamos todo, de esta manera, no solo cambiamos la corteza sino también
lo que somos en esencia, pues hemos perdido el rumbo y el punto de referencia
que son los valores del Evangelio, las enseñanzas de la Iglesia y el “camino”
cristiano que implica también el caminar como “comunidad”. ¡Así de simple es!
Podemos echarles la culpa a “los otros” pero esto no quita la responsabilidad
personal de cada uno. Y la responsabilidad eclesial y social que más que unir,
disgrega. Ciertamente, a nivel religioso tenemos que rendir cuentas sólo con
Dios Padre, pero… ¡cuidemos no ningunear a ese Padre y a las enseñanzas
y al sacrificio de su Hijo!
A lo largo de los siglos de
su conformación, la Comunidad cristiana en general supo transformar muchas
veces la sociedad civil o, por lo menos, tener líderes que indicaron un camino,
como por ejemplo San Francisco, el Papa Francisco hoy y muchos otros más. No
obstante, el peligro de “relativizar todo” está siempre latente, como así
también la pérdida de coherencia respecto de determinados criterios y valores.
Por tanto y en definitiva: tratemos de cambiar la corteza, pero no dejemos de
“ser cristianos” en nuestra esencia (como quiere Jesús).
Que Dios bendiga esta nueva
etapa que comenzamos.
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