martes, 1 de noviembre de 2016

NUESTROS DIFUNTOS, SANTOS EN DIOS, NOS ACOMPAÑAN EN NUESTRO CAMINAR PARA ALCANZAR LA META Y CONSTRUIR HOY UNA HUMANIDAD MEJOR


Queridas familias:
Este mes, con la Fiesta de Cristo Rey, finaliza el “Año de la Misericordia”; también culmina el año pastoral y litúrgico. Esto indica que aquí en la tierra todo tiene un fin y un recomenzar. Y hablando de finales y principios, el mes de noviembre comienza con la Fiesta de Todos los Santos y la Conmemoración de todos los Difuntos: en estas dos celebraciones quisiera detenerme.
Como dije anteriormente, en el cristianismo tenemos la certeza de que no hay fin posible para la vida: “Si Cristo resucitó, ustedes resucitarán con Él”. Con la Fiesta de todos los Santos, la Iglesia celebra esta verdad. Los Santos, personas que pasaron de este mundo a la vida eterna unidos a Cristo, son los amigos de Dios y los que gozan en el plano celestial, es decir, son los que pasaron por la muerte pero que también han resucitado. Por nuestra parte, nosotros, solo creciendo en el don de la fe podemos estar convencidos de esto, pues los santos son, efectivamente, todos aquellos que en el transcurso de la vida terrena van construyendo el Reino de Dios en el “seguimiento” de Jesús y los que llegan a su plenitud con el paso de lo terreno a lo eterno. Así nos lo enseña S. Pablo en sus cartas, alentándonos, indicándonos, amonestándonos, para que podamos ser felices, pues para eso hemos sido creados. Una felicidad que consiste en ser parte de Dios, pues así Él lo quiso.
Con la celebración de la Conmemoración de todos los Difuntos también vivenciamos la verdad de un renacer en cada final: no creo que esta celebración sea para rezar por los fallecidos sino, fundamentalmente, para que podamos “hacer memoria” de ellos, haciéndolos presentes en nuestras vidas, tomando conciencia de nuestra pequeñez y del hecho de que también nosotros pasaremos por la experiencia de la muerte. Este día nos recuerda, por tanto,  que la muerte no tiene la última palabra: es un paso, es el momento de un cambio. En la Conmemoración de todos los Difuntos recordamos a los fallecidos, los hacemos presentes, pues ellos son nuestras raíces, ellos nos alimentan, nos sostienen, nos hacen crecer. Se trata de un gesto opuesto a “los sepultamos y a otra cosa mariposa” (actitud que va penetrando en nuestra cultura de hoy). Pensemos que, si ellos son nuestras raíces, no debemos olvidar que un día nosotros seremos raíces de otros (hijos, parientes, amigos, etc.), y que, si la raíz es buena, queda garantizado que la planta será sana.
Que nuestros difuntos, que son parte de nuestra vida y ya viven la amistad plena con Dios, nos ayuden en nuestro caminar para construir un mundo mejor del que nosotros encontramos.
Que Dios nos bendiga.

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