“Siempre tenemos necesidad de contemplar el
misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es
condición para nuestra salvación. Misericordia: es la palabra que revela el
misterio de la
Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo
con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental
que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al
hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une
Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para
siempre no obstante el límite de nuestro pecado”.
“El Año jubilar se concluirá en la solemnidad
litúrgica de Jesucristo Rey del Universo, el 20 de noviembre de 2016. En ese
día, cerrando la Puerta
Santa , tendremos ante todo sentimientos de gratitud y de
reconocimiento hacia la
Santísima Trinidad por habernos concedido un tiempo
extraordinario de gracia. Encomendaremos la vida de la Iglesia , la humanidad
entera y el inmenso cosmos a la
Señoría de Cristo, esperando que derrame su misericordia como
el rocío de la mañana para una fecunda historia, todavía por construir con el
compromiso de todos en el próximo futuro. ¡Cómo deseo que los años por venir
estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona
llevando la bondad y la ternura de Dios! A todos, creyentes y lejanos, pueda
llegar el bálsamo de la misericordia como signo del Reino de Dios que está ya
presente en medio de nosotros”.
“En este Jubileo la Iglesia será llamada a
curar aún más estas heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a
vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida
atención. No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que
anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye.
Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos
hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar
su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a
nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y
de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la
barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la
hipocresía y el egoísmo”.
“En este Año Jubilar la Iglesia se convierta en el
eco de la Palabra
de Dios que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de
soporte, de ayuda, de amor. Nunca se canse de ofrecer misericordia y sea
siempre paciente en el confortar y perdonar. La Iglesia se haga voz de
cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: « Acuérdate, Señor,
de tu misericordia y de tu amor; que son eternos » (Salmo. 25,6)”.
Finalmente, el Papa Francisco, comentando el
pasaje del libro del Éxodo que dice: «El Señor, Dios misericordioso y bondadoso,
lento para enojarse, y pródigo en amor y fidelidad», nos explica:
“El Señor es “misericordioso”: esta
palabra evoca una actitud de ternura como la de una madre con su hijo. De
hecho, el término hebreo usado en la
Biblia hace pensar a las vísceras o también en el vientre
materno. Por eso, la imagen que sugiere es aquella de un Dios que se
conmueve y se enternece por nosotros como una madre cuando toma en
brazos a su niño, deseosa sólo de amar, proteger, ayudar, lista a donar todo,
incluso a sí misma. Esa es la imagen que sugiere este término. Un amor, por lo
tanto, que se puede definir en sentido bueno `visceral´”.
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