miércoles, 1 de junio de 2016

DIOS NUNCA ABANDONA A LOS QUE LLAMA A VIVIR SU VIDA: TODOS SOMOS LLAMADOS Y PROTEGIDOS POR DIOS


Queridas familias:
¡Llegamos a la mitad del año! Y estamos viviendo el llamado “Tiempo Ordinario” que, en el lenguaje de la Iglesia, corresponde al tiempo actual vivido con los valores y criterios del Evangelio.
Enriquecidos con la Pascua, fortalecidos y sostenidos por el Espíritu Santo, caminamos superando las contingencias presentes que ciertamente para nosotros son pesadas y muchas veces parecen insuperables. Sin embargo, son circunstancias siempre relativas, que cambian con rapidez (los que tenemos unos cuantos años lo podemos percibir a partir de nuestra experiencia). Por otra parte, contamos con la seguridad de que nunca estamos solos; así nos lo recuerdan la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús y de María, pues, como nos enseña Cristo: “yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”. Es una experiencia de fe…
Esta seguridad brota y nace, por lo tanto, de la escucha atenta de la Palabra de Dios. San Mateo nos relata en su Evangelio, al final del cap. 7: “El que escucha mis palabras y las practica es el hombre sabio y prudente que edifica su casa (vida) sobre la roca”. No hay dificultad, entonces, que pueda derrumbar la sólida construcción de la lectura y práctica de la Palabra en cada uno de nosotros.
“Escuchar” no es lo mismo que “oír”. Oír es usar el oído, implica percibir sonidos, ruidos, que inmediatamente desaparecen y nos dejan “vacíos”. Escuchar, en cambio, es una actitud interior que implica relacionarse, estar en comunión, en consonancia, con interés en el que habla. Es “relación”. En San Juan, dice Jesús: “mis ovejas escuchan mi voz, ellas me siguen y yo les doy la vida eterna (la vida de Dios) y nadie me las arrebatará”. Esto tendría que ayudarnos a superar los temores y mirar siempre la vida con esperanza.
La Misericordia de Dios no desaparece por ser nosotros mediocres, malos o pecadores, indiferentes o “Contreras”. Ella está siempre y se puede identificar a esa “Alianza” realizada por Jesús cuando misericordiosamente se ofreció por nosotros en la cruz, y la hizo “nueva y eterna” para todos, nunca para algunos.
Cuando celebremos el “Día del Padre”, recordemos que Dios Padre se manifiesta y se expresa en la paternidad de nuestros papás. Es un momento para agradecer y renovar el compromiso de ser misericordiosos como Él es misericordioso.

Que Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, nos bendiga con su amor que es misericordia. 

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