Sin pretender dar explicaciones
técnicas, que las dejamos para los expertos, da la impresión de que a veces,
para no molestar los oídos de los oyentes, tratamos de justificar todo evitando
asumir las responsabilidades que corresponden a nuestros actos. Es así que hoy,
muchos no quieren oír hablar de “pecado” y prefieren hablar de “error”. Sin
embargo, la palabra “pecado” es un término más bien religioso, teológico;
mientras que la de “error” es un término humano (“errar es humano, perdonar es
divino”, decimos).
El pecado tiene que ver con nuestra
relación con Dios, con su
Palabra, y con nuestra decisión de “seguirlo”. El pecado nos conduce a decidir y
aceptar un camino distinto al que Dios nos indicó. Implica un “conocimiento” de lo que estamos haciendo, la “libertad” en seguirlo (consentimiento deliberado) y también que
el camino elegido sea opuesto al de Dios (materia grave).
Por el contario, el “error” es algo
más humano, natural, ¿quién no se equivoca? Si bien se puede caer en el error
deliberada o inconscientemente, se relaciona más bien con las cosas de este
mundo. Además, quien toma conciencia de estar en el error debe retractarse y
seguir buscando vivir en la verdad.
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