Queridas
familias:
Octubre: mes de la misión. La misión es, como vimos el
mes pasado, el otro pulmón de la
Iglesia después de la oración o conocimiento orante de la Palabra de Dios; mientras
que el misionero o evangelizador es el cristiano que sabe y realiza la
comunicación de la fe en el ambiente en el que desarrolla su vida (casa,
vecinos, trabajo, etc.). El Papa Francisco nos habla de “una Iglesia en
salida”; evidentemente, nuestro Pontífice tiene conciencia de que “estamos
encerrados y en bajada”, es decir, de que la realidad de esta cultura eclesial
consiste en un “cristianismo light”:
el pseudo-creyente que “se corta solo”, el individualismo religioso, el manoseo
de los sacramentos, el no tener más reglas, normas, mandamientos,
bienaventuranzas (elementos, estos últimos, fundamentales por ser una
“Constitución” de la Iglesia ).
Por todo lo expresado, el Papa Francisco nos pide que
terminemos con la acedia egoísta.
Para conocer y ampliar este concepto, se sugiere leer en la exhortación
apostólica del Evangelii Gaudium los
capítulos 81-82: “No a la acedia egoísta”. Allí se describen estas situaciones
que suceden en el mundo eclesial y, por ende, también en nuestra Parroquia.
Muchos dirán que la solución para evitar la acedia es difícil, sino imposible,
no obstante, el Papa nos da una respuesta en el capítulo 263 del mismo
documento apostólico: “Motivaciones para un renovado impulso misionero”.
Léanlo: ¡es interesantísimo!
También el Evangelio enseña que debemos concienciarnos
y asumir que “todos somos discípulos
misioneros” (Lc. 10, 1-12). La misión está implícita en el don de la fe
recibida y hay que sacarla a la luz, expresarla vivamente: cada uno de
nosotros, con nuestro propio “creo”, la asumimos, nos comprometemos, damos
nuestra respuesta vital. Si nos quedamos solamente con el enunciado de la fe y
no lo llevamos al “creo” personal quiere decir que estamos apenas en el
comienzo del camino cristiano… ¡aunque tengamos setenta años!
La misión es la de los setenta y dos discípulos (72 =
número de las naciones que conocían los judíos de la época): llevar la Paz a los demás preparando el
camino a Jesús, que es el único que puede cambiar nuestra vida pues es el
“Príncipe de la Paz ”
Es importante además recordar lo que dijimos el mes
pasado: el encuentro con la oración -acción orante con la Palabra de Dios- va
aclarando, motivando, iluminando la misión; ambas acciones se complementan. En
este punto, resulta ampliamente esclarecedora la explicación del Papa Francisco
en los capítulos 119 a
121 del Evangelii Gaudium: “Todos
somos discípulos misioneros”; leerlo concientemente resulta
imprescindible.
Finalmente, quisiera recordar que este documento
programático, el Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio), tiene, por tanto,
el objetivo de despertar en todos los cristianos el regocijo de renovarnos y de comunicar la alegría
evangélica a todos los demás. Octubre es, entonces, un mes para tomar
conciencia y ver entre todos qué y cómo podemos hacer, cada uno en nuestra
particular situación. El Espíritu no nos dejará solos…Y para ello que nos
bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
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