Queridas
familias:
Una de las objeciones que más se oyen hoy en relación
a vivir y ayudar a vivir la vida cristiana a los demás (es decir, a
evangelizar) consiste en que, en estos tiempos, esta tarea resulta muy difícil,
y hasta imposible. Así lo explicita el propio Papa Francisco cuando nos pide
que, para llevar a cabo este precepto cristiano, nos dejemos conducir por el
Espíritu Santo (Evangelii Gaudium).
No obstante, todas las épocas fueron conflictivas en
este sentido. ¿O acaso no fueron complicados para sus protagonistas los
primeros siglos de la Iglesia? ¿Y no lo fueron asimismo otras épocas del
cristianismo, como, por ejemplo, la de Felipe Neri o la de Juan Bosco?
Parecería que el nuestro es el momento más difícil de todos, pero esto se debe
a que es “nuestro tiempo y el de ahora”. Nos cuesta mirar para atrás…, nos
cuesta la historia (si no, pregunten a los chicos).
Pero más que difícil, esta situación es distinta.
Porque la realidad es distinta. Y allí está el desafío: hacer que el evangelio
se inculturice en este tiempo actual, con la realidad así como es. Se trata de
que no quedemos esperando que las cosas fluyan por sí mismas, mientras
permanecemos estáticos al borde de la ruta. Esta actitud pasiva demuestra que
nos faltan las motivaciones y, en definitiva, que le hemos cerrado el corazón
al Espíritu.
Por todo esto, es importante comprender que dejarnos
inundar por la Misericordia de Dios es dejarnos inundar por el Espíritu.
Misericordia es amor y el amor es el que puede hacernos cambiar de actitud. Sin
él, no hay motivación alguna.
Este mes, a partir de diferentes acontecimientos,
tenemos la oportunidad de repensarnos para encarar un “dejarnos evangelizar y
evangelizar”. Uno de ellos es el “día del párroco”. Aprovechemos este día para
pensar: ¿qué función, a partir del evangelio y de las enseñanzas de la Iglesia,
cumple el sacerdote dentro de una comunidad? Otro es “el día del diácono”
(diácono=servidor), en este caso reflexionemos: ¿qué nos dice -qué representa-
este ministerio dentro de la Iglesia y de la Comunidad? Por último, “el día del
Catequista” nos invita a preguntarnos: la finalidad de esta vocación cristiana
¿consiste en que algunos niños “tomen la comunión”?, ¿o implica verdaderamente
un servicio que prestan los catequistas para ayudar a los padres a cumplir la
misión de educar a sus hijos?
En definitiva, todas estas circunstancias nos tienen
que ayudar a comprender que como cristianos somos “servidores” de Jesús en
beneficio de nuestros hermanos. Bien lo expresaba aquel que dijo: “el que no vive para servir, no sirve para
vivir”.
Que el Espíritu nos motive para ser servidores y, para
esto, que la bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo nos acompañe.
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