¿POR QUÉ BAUTIZAR A LOS NIÑOS?
¿NO SERÍA MEJOR ESPERAR A QUE ELLOS DECIDAN? (3)
De hecho, serán los
bautizados quienes decidan en su momento si quieren ser cristianos o no, y todo
dependerá a su vez de la familia, de los padres especialmente. Eso es “educar”.
Es así que el
Bautismo es la “puerta” por la que se comienza a transitar el camino que
llevará a la persona a ser cristiana. Con el Bautismo comienza el catecumenado
que, junto a los otros dos Sacramentos separados en el tiempo, Confirmación y
Eucaristía-Comunión, hace que la persona se configure en Cristo, Hijo de Dios.
De esta manera, a través de Él nosotros nos hacemos hijos en plenitud.
El bautismo es un
“regalo de Dios”, ninguno de nosotros, bautizados cuando éramos pequeños, hizo
mérito alguno; tampoco nuestros padres. Dios nos regala la posibilidad de ser
“hombres nuevos”, semejantes a Jesús. En este momento sacramental se coloca la
vida de Jesús en nuestro interior como una semilla que con el tiempo va a
desarrollarse y a convertirse en una planta que dé frutos. Por eso, para que el
don de Dios llegue al interior de la vida del pequeño, hará falta el compromiso
de los padres, esto es, la responsabilidad “de educar cristianamente a sus
hijos”. Pero, ¿asumen los padres este deber?, ¿o acaso no hemos reducido la
recepción de este gesto sacramental a un puro formalismo social? Por ejemplo,
es común que lo relevante en estas circunstancias sea la celebración del
“cumpleaños” (“del primer añito”) mientras que el bautismo queda relegado a un
segundo plano, acoplado al cumpleaños “por comodidad”. Y entonces, ¿qué
relación tiene ese bautismo con la vida de fe de los padres? ¡Y cuántas
preguntas más nos podríamos hacer...!
El Bautismo es un
“nuevo nacimiento en el agua y el Espíritu Santo” y como tal nos introduce en
una familia más amplia que la natural: la familia de Dios, que es la Iglesia
(los que creen en Jesús). Pero, ¿quién tiene en cuenta en la práctica esta
dimensión tan importante? Ya dijimos en otra catequesis que, por lo general, se
aplica este concepto falaz: “creo en Dios pero no creo en la Iglesia”.
Siguiendo este argumento, no nos comprometemos con la Iglesia tratando de
mejorarla (ya que está compuesta por seres humanos, y por lo tanto pecadores)
sino que quedamos a un costado de ella, pasivamente… porque es más fácil
criticarla que aceptarla y comprometernos en mejorarla. Es este aspecto
esencial del Bautismo el que necesita ser comunicado por todos y a todos.
Comprendamos
definitivamente que el bautismo es “la puerta” que nos introduce en la Iglesia,
realidad humana y a la vez divina que anticipa y es signo del “Reino de los
Cielos”.
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