Queridas familias:
Hemos celebrado la Pascua , la Gran Misericordia
de Dios, la nueva oportunidad que Él nos ha ofrecido para retomar “el Camino”
que Jesús nos indica, un camino que vemos reflejado en las celebraciones de
este mes: las Fiestas de nuestra Parroquia. Más precisamente, se trata de la
celebración del 36º aniversario de la Consagración
de nuestra Casa común, el Templo y por sobre todo “nuestra Comunidad” (el día
20), y las Fiestas Patronales (el sábado 23). A su vez, son acontecimientos del
mes de abril enmarcados por la
Misericordia , ya que el domingo 3 celebramos el “Día de Jesús
Misericordioso” (al respecto, es muy valioso que hayan leído la catequesis del
Papa Francisco que transcribimos en el Boletín Parroquial en el mes de febrero
-con motivo del 47º aniversario de la creación de nuestra Parroquia- sobre la
relación entre “la familia y la
Parroquia ”).
El “camino” que nos propone
Jesús es “ser la Familia
de Dios”, es decir, que cada comunidad lo sea para que la Iglesia se constituya como
la “comunidad de comunidades cristianas que comparten la misma fe en
Jesucristo”. Es difícil hablar de “familia” en los momentos actuales ya que
cada uno piensa este concepto a su manera y lo vive como quiere y puede; más
aún, resulta dificultoso cuando no hay un parámetro ni amparo certero por parte
de aquellos que tienen la responsabilidad del bien social y de la construcción
de una nación.
La familia parroquial o Comunidad,
como dice Francisco, no solo vive “hacia adentro” (y muchas veces con demasiado
individualismo interno) sino que, como toda familia, también es “educadora”. La
educación (el “conducir” lo que Jesús ha puesto dentro de nosotros, su Buena
Noticia o Evangelio) es “hacia fuera”, para edificar. No obstante, se puede
educar, crecer en los valores, siempre que en la familia exista el Amor,
elemento esencial para toda relación
educadora, como así también que, en las relaciones interpersonales de la vida
familiar, se cultive la Misericordia entre sus miembros sin “buscar la aguja
en el pajar” para desacreditar a los otros.
En definitiva, la
misericordia -en la familia, en la sociedad- tiene que ser reflejo de la Misericordia de Dios
(como hemos dicho en el rincón de la catequesis del mes pasado) y, tal como nos
lo recuerda Jesús en el evangelio de Lucas 6,36, implica un imperativo: “sed
misericordiosos como el Padre es misericordioso”. Sin esta voluntad, nunca
avanzaremos en el camino que nos propone Jesús para nuestro bien, y estaremos
frenando la Instauración
de la Soberanía
de Dios (su Reino)
Que por intercesión de San
Jorge, Dios nos bendiga a todos
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