viernes, 1 de abril de 2016

LOS SANTOS NOS ENSEÑAN QUE ES POSIBLE VIVIR SERIAMENTE LA COMUNIÓN CON DIOS Y CON LOS HERMANOS



Queridas familias:
Hemos celebrado la Pascua, la Gran Misericordia de Dios, la nueva oportunidad que Él nos ha ofrecido para retomar “el Camino” que Jesús nos indica, un camino que vemos reflejado en las celebraciones de este mes: las Fiestas de nuestra Parroquia. Más precisamente, se trata de la celebración del 36º aniversario de la Consagración de nuestra Casa común, el Templo y por sobre todo “nuestra Comunidad” (el día 20), y las Fiestas Patronales (el sábado 23). A su vez, son acontecimientos del mes de abril enmarcados por la Misericordia, ya que el domingo 3 celebramos el “Día de Jesús Misericordioso” (al respecto, es muy valioso que hayan leído la catequesis del Papa Francisco que transcribimos en el Boletín Parroquial en el mes de febrero -con motivo del 47º aniversario de la creación de nuestra Parroquia- sobre la relación entre “la familia y la Parroquia”).
El “camino” que nos propone Jesús es “ser la Familia de Dios”, es decir, que cada comunidad lo sea para que la Iglesia se constituya como la “comunidad de comunidades cristianas que comparten la misma fe en Jesucristo”. Es difícil hablar de “familia” en los momentos actuales ya que cada uno piensa este concepto a su manera y lo vive como quiere y puede; más aún, resulta dificultoso cuando no hay un parámetro ni amparo certero por parte de aquellos que tienen la responsabilidad del bien social y de la construcción de una nación.
La familia parroquial o Comunidad, como dice Francisco, no solo vive “hacia adentro” (y muchas veces con demasiado individualismo interno) sino que, como toda familia, también es “educadora”. La educación (el “conducir” lo que Jesús ha puesto dentro de nosotros, su Buena Noticia o Evangelio) es “hacia fuera”, para edificar. No obstante, se puede educar, crecer en los valores, siempre que en la familia exista el Amor, elemento esencial para toda relación educadora, como así también que, en las relaciones interpersonales de la vida familiar, se cultive la Misericordia entre sus miembros sin “buscar la aguja en el pajar” para desacreditar a los otros.
En definitiva, la misericordia -en la familia, en la sociedad- tiene que ser reflejo de la Misericordia de Dios (como hemos dicho en el rincón de la catequesis del mes pasado) y, tal como nos lo recuerda Jesús en el evangelio de Lucas 6,36, implica un imperativo: “sed misericordiosos como el Padre es misericordioso”. Sin esta voluntad, nunca avanzaremos en el camino que nos propone Jesús para nuestro bien, y estaremos frenando la Instauración de la Soberanía de Dios (su Reino)
         Que por intercesión de San Jorge, Dios nos bendiga a todos

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