lunes, 4 de abril de 2016

LA MISERICORDIA DE DIOS

     La Misericordia de Dios se manifiesta, por un lado, en la acción de Dios que siempre se da como un regalo definitivo y, por otro, obrando en nosotros cuando acogemos este don y lo tratamos de vivir.
     La familia cristiana -podríamos decir- tiene su fundamento en tres momentos o gestos (como un trípode = tres patas): la Palabra de Dios, los signos sacramentales, la Caridad.

     1. La Palabra de Dios: (leer Mateo 7,24-27). Decía San Jerónimo (que dio impulso a la Biblia) que “el desconocimiento de la Sagrada Escritura es desconocimiento de Cristo”. Junto a la Palabra de Dios está la Catequesis Permanente -e independiente de la que prepara a los sacramentos (especialmente la de los niños). De hecho, los Evangelios son los textos de las catequesis de las primitivas comunidades. ¡Es Dios que nos habla! Francisco, ya en varias oportunidades, regaló un pequeño Evangelio a los que lo escuchaban en la Plaza de San Pedro para que esos receptores lo llevasen siempre consigo y lo leyesen concientemente... Pero, ¿cómo es nuestra relación con la Palabra de Dios? [¡Cuántas veces se pregunta en la liturgia de la Palabra acerca del evangelio del domingo anterior, y pocos o casi nadie lo recuerdan!].

     2. Los Signos Sacramentales: Dios (Jesús) está presente siempre pero de una manera especial por medio de los sacramentos que acompañan la vida del hombre desde que nace hasta que deja este mundo. Así, nos acompaña, nos enriquece, nos alimenta, nos fortalece. El centro de la vida sacramental es la Eucaristía, que es ofrecernos con Él: comunión con él y los hermanos. Así, Jesús nos dice: “Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin de mundo”.
     Si al trípode le falta una pata se cae; lo mismo nos pasa si minimizamos o relativizamos la vida sacramental (los siete sacramentos y especialmente la Eucaristía).

     3. La Caridad: ¿qué es? La caridad es el Amor de Dios (agapé). No es solamente cáritas (la ayuda a los necesitados). La caridad es comunión, y que, si es verdadera la que tenemos con Dios, se hace realidad con los demás, especialmente con los miembros de la familia cristiana. Por eso, Caridad es: relaciones nuevas, perdón, consideración y reconocimiento del otro, ponerse en la situación del otro, derrochar actitudes fraternas con los demás. Nada más y nada menos que como hace Dios con nosotros, con todos: “Él hace salir el sol sobre buenos y malos, hace llover sobre buenos y malos”.
Las obras de misericordia, corporales y espirituales, son parte de la Caridad. Son obras concretas que la tradición de la Iglesia, basada en la Palabra de Dios, nos propone.
     Ahora bien, ¿la Caridad es parte de nuestra vida Cristiana?; ¿la comunión, el “encuentro” entre nosotros, nos interesa y la cultivamos?; ¿es suficiente encontrarnos (si podemos llamar “encuentro”) el venir a Misa?: “Dios perdona mucho a quien mucho ama” (leer Lucas 37,36-50)


     Ciertamente, el “camino” que nos propone la Iglesia a partir del Evangelio es un camino “ordinario” y gradual para cada persona. No se niega que Dios tiene otros caminos para que todo hombre o mujer lleguen a él. Lo que sí es importante que, quien decide seguir a Jesús en esta Iglesia, asume un compromiso pues no todo da lo mismo. Los otros caminos los ponemos en la Misericordia de Dios.

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