Cada 20 del mes de abril recordamos un nuevo aniversario
de la Consagración
de nuestro Templo Parroquial. Y lo hacemos por dos motivos que creo
importantes:
1. Con la
“consagración” expresamos que hay un lugar sagrado, privilegiado, donde Dios
está presente de una manera especial, muy distinta a todas las otras
presencias. Un lugar especial dónde Él quiere reunir a sus hijos e hijas para
encontrarse con ellos. Es el Templo Parroquial donde normalmente se celebran
los Sacramentos, signos sensibles y eficaces por medio de los cuales Él nos
alimenta, fortalece, nos instruye, nos educa y nos ayuda a ser hermanos entre
nosotros. En el Templo, más precisamente en el Sagrario, está presente el mismo
Hijo de Dios con quien nos podemos encontrar y contarle nuestras cosas. En él hay
algunas imágenes que nos recuerdan los que fueron y son amigos de Dios,
intercesores para que caminemos hacia Él. También tenemos un lugar dónde están
muchos de nuestros familiares y amigos difuntos que nos recuerdan que nosotros,
no ellos ya, vivimos en la esperanza del reencuentro; ellos son nuestras raíces
y nos pueden seguir acompañando y fortaleciendo.
2. El Templo es el
signo de que somos una familia, la de Jesús, y, si él es consagrado, con mayor
razón lo somos nosotros que lo habitamos, que compartimos la vida, que crecemos
juntos en la tarea común que es la de
comprometernos por construir una sociedad según su proyecto con valores humanos
positivos y valores espirituales. Es importante comprender que “somos
consagrados”, personas sagradas, y que ya compartimos la misma naturaleza de Dios
gracias a su Misericordia que se manifiesta en la muerte y resurrección de su
Hijo. Consagrados, hoy, es “ser misericordiosos como el Padre es
misericordioso”. Tarea que comienza en primer lugar dentro de la familia, la
humana y la comunitaria, para proyectarse, como evangelizadores, a todos los
demás con los pequeños gestos cuotidianos. “Consagrados” es comprender que ya
es solo Dios nuestro punto de referencia y a Él nos debemos; lo demás adquiere
sentido cuando mantenemos esa relación: “amarás al Señor tu Dios con todo el
corazón, con toda el alma y todo tu espíritu y a tu prójimo como a ti mismo”.
3. La Fiesta de la Consagración de
nuestro Templo es una muy buena oportunidad para recordar en nuestras oraciones
la vida y el ministerio del P. Juan Carlos Tondato. Él dio impulso a toda
nuestra estructura externa y también la interna, construyendo la Comunidad en continuidad
con lo que venía haciendo la Comunidad Salesiana. Ser agradecidos, aunque
muchos no lo hayan conocido, es una gran actitud cristiana.
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