Queridas
familias:
Todo fin es también un comienzo: terminamos una etapa
y comenzamos otra. Nuestra vida es cíclica y tendría que ser un proceso de
crecimiento en humanidad; por eso es bueno comenzarla con criterios y valores
claros y seguros, que nos marquen una ruta. No son criterios “de moda” y
tampoco solamente “terrenales” ya que nosotros no somos solamente materia y,
como nos decía el Concilio Vaticano II, “en nosotros está la semilla de la
inmortalidad”.
La fe cristiana nos da esos criterios pero está en
nosotros “creer” (aceptarlos, comprometernos con ellos, vivirlos y hacerlos
parte de nuestra vida). Por lo tanto, propongámonos con compromiso a participar activamente en estos
acontecimientos:
- La
Fiesta de la Inmaculada Concepción : el proyecto de Dios de
ofrecer la salvación a los hombres incluye a María, como Madre del Hijo de
Dios. Ella siempre debe estar presente: es nuestra madre, con todo lo que ello
conlleva
- La
Navidad : el Hijo de Dios se hace hombre para compartir la
vida con nosotros, Él es Dios. Pasó su vida realizando gestos de liberación y
de misericordia, anunciando “la
Soberanía de Dios”, poder misericordioso frente a nuestras
miserias. Jesús es el centro de nuestra vida, en Él creemos y por eso decimos
en la Misa : “por
Cristo, con Cristo y en Cristo”. Sin Navidad no hay salvación, de modo que la Navidad es, antes que
nada, la Fiesta
de Jesús, la renovación de nuestra adhesión a Él. Tratemos de no desvirtuarla con
criterios consumistas y de fiestas paganas. Jesús nos hace Familia y en este
acontecimiento nos “reúne”.
- El Año de la Misericordia : es una propuesta esencial de
Francisco, que tiene como objetivo “restaurar la Iglesia ” a partir de lo
que Dios es y actúa. Consiste en conocer la naturaleza de Dios, puro amor, y
solo a partir de esa experiencia, poder actuar como seguidores de Jesús. Jesús
nos invitará nuevamente a todos a la “conversión”, a tomarlo en serio para que
lo conozcamos mejor y lo experimentemos presente en nuestras vidas. Nos
anunciará siempre el evangelio de la misericordia a la que responderemos con
generosidad, abriendo el corazón y dejando que el Espíritu Santo nos renueve
(nos haga nuevos).
Que el año que comenzaremos no nos haga perder la
esperanza sino que nos entusiasme para que sea un poco mejor que el que dejamos
atrás.
Que el Niño Jesús nos bendiga y pueda crecer dentro de cada uno.
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