- LA ENFERMEDAD
El día 5 de noviembre celebramos la Jornada Nacional del Enfermo. La Iglesia quiere que nos
detengamos unos instantes para reflexionar sobre la enfermedad, sobre esta limitación
de la naturaleza humana. Y para mirarla desde la fe o, por lo menos, para
tomarla en consideración así como lo hizo Jesús, “quien asumió en todo nuestra
naturaleza humana, menos el pecado”.
Jesús
tuvo una preocupación para con todos, pero le dedicó también un tiempo especial
a los enfermos de todas las condiciones; así lo relata el Evangelio. No
obstante, debemos discernir que Jesús no curó milagrosamente a todos los
enfermos de Israel. Los Evangelios nos presentan algunas curaciones, resurrecciones,
para afirmarnos que Él vino para sanar
la interioridad el hombre, para desterrar la causa de todos los males y para
vencer la muerte con su resurrección. La enfermedad será nuestra compañera de
viaje hasta el último día, pero, así como a Él lo ayudaron a llevar la cruz,
ahora será Jesús quien nos ayude a nosotros a llevar la propia, incluida la de
la enfermedad (el deterioro del aspecto humano, material, de la vida). Solo
después de la muerte entraremos en la resurrección (del cuerpo) donde no habrá
ya ningún tipo de enfermedad y muerte.
- ORIGEN Y EFECTOS DE ESTE SACRAMENTO
¿Cómo nos acompaña Jesús a llevar la cruz?: ¡por el Sacramento de
En
el primer texto de la Palabra
de Dios encontramos los tres efectos del Sacramento: “la salvación”, “los
pecados son perdonados”, “comunica alivio y salvación”.
En
la fórmula se expresa la ayuda de Jesús por la acción inmediata del Espíritu
Santo en la situación que se vive y por la comunicación de su gracia (su vida),
junto de la posibilidad (para nosotros) de vivir la perfecta comunión con Él y
con los demás (asociándonos a Jesús en su “entrega” en la cruz en beneficio de
todos los hombres).
La
“unción” es un signo y lo importante es lo
que el signo comunica, no el gesto en sí que simplemente actúa como
“vehículo” de lo que Dios nos regala.
-
QUIÉNES RECIBEN EL SACRAMENTO
Este
Sacramento lo reciben los enfermos de una cierta gravedad que deseen, libre y
conscientemente, ser acompañados por Jesús o porque desean unirse a Cristo
sufriente, como dice S. Pablo, para “completar en mi carne lo que falta a los
padecimientos de Cristo”.
De
esta manera, en aquellos que se preparan para una operación de cierta
importancia, los ancianos (de más de 70 años) que se van sintiendo débiles en
su cuerpo, Jesús “ayuda”, “perdona”, “concede la salvación” y “conforta en la
enfermedad” mediante este sacramento.
Para que un
sacramento sea eficaz, salvo en situaciones que no podemos ser conscientes de
esto, hace falta que quien lo recibe sepa de qué se trata y abra su corazón
para recibir el don de Dios. Por eso es importante saber, por no ser éste un
rito mágico, que Dios siempre actúa sin condicionamientos y sin ataduras; no se
estructura, contribuye a hacer las cosas como Él manda.
Los
sacramentos son confiados por Jesús a la Iglesia (comunidad de
creyentes) y para la Iglesia (para los
creyentes). Ella los administra. No
son bienes individuales, les pertenecen a todos. Por eso normalmente se
comunican en el lugar “común” o casa de todos que es el templo, aunque siempre
habrá excepciones por evidentes razones. Por todo esto, al celebrarse la Jornada Nacional
del Enfermo el día 7 de noviembre, la Parroquia ofrece esta oportunidad a todos los que
se sientan “enfermos”, y así juntos celebrar esta presencia de Jesús, siendo
capaces de rezar los unos por los otros.
La
ceremonia se hará a las 17:30 hs. seguidamente,
celebraremos este acontecimiento con un té en el salón de la Parroquia.
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