La cultura moderna y contemporánea ha abierto nuevos espacios, nuevas
libertades y nuevas profundidades para enriquecer la comprensión de esta
diferencia. Pero ha introducido también muchas dudas y mucho escepticismo. Por
ejemplo me pregunto si la así llamada teoría de género no sea también expresión
de una frustración y de una resignación, que tiene en vista borrar la
diferencia sexual porque no sabe más confrontarse con ella. Sí, corremos el
riesgo de hacer un paso hacia atrás. La remoción de la diferencia de hecho, es
el problema, no la solución. Para resolver su problema de relaciones, el hombre
y la mujer tienen en cambio que hablarse más, escucharse más, conocerse más,
quererse más. Tiene que tratarse con respeto y cooperar con amistad. Con estas
bases humanas, sostenidas por la gracia de Dios, es posible proyectar la unión
matrimonial y familiar para toda la vida.
La relación matrimonial y familiar es una cosa seria, y lo es para
todos, no solamente para los creyentes. Querría exhortar a los intelectuales
a no disertar sobre el tema como si fuera secundario para el empeño en favor de
una sociedad más libre y más justa.
Dios ha confiado a la tierra la alianza del hombre y de la mujer: su
fracaso vuelve árido el mundo de los afectos y oscurece el cielo de la
esperanza. Las señales son ya preocupantes y los vemos. Querría indicar, entre
muchos, dos puntos que creo deban empeñarnos con más urgencia:
El primero. Es indudable que debemos hacer mucho más a favor de la
mujer, si queremos dar más fuerza a la reciprocidad entre hombres y mujeres. Es
necesario de hecho, que la mujer no solamente sea más escuchada, sino que su
voz tenga un peso real, un prestigio reconocido en la sociedad y en la iglesia,
del modo mismo con el cual Jesús ha considerado a las mujeres (el evangelio lo
indica así, y en un contexto menos favorable del nuestro, porque en esos
tiempos la mujer era puesta en segundo lugar). Pero Jesús la considera de una
manera que da una luz potente que ilumina un camino que lleva lejos, del cual
hemos recorrido solamente un tramo. Aún no hemos entendido en profundidad cuáles
son las cosas que nos puede dar el genio femenino de la mujer en la sociedad.
Tal vez haya que ver las cosas con otros ojos para que se complemente el
pensamiento de los hombres. Es un camino que es necesario recorrer con más creatividad
y más audacia.
Una segunda reflexión se refiere al tema del hombre y de la mujer,
creados a imagen y semejanza de Dios. Me pregunto si la crisis de confianza
colectiva en Dios, que nos hace tanto mal, y nos hace enfermar volviéndonos
resignados delante de la incredulidad y del cinismo, no esté conectada a la
crisis de alianza entre el hombre y la mujer. De hecho, la narración bíblica
con el gran cuadro simbólico sobre el paraíso terrenal y el pecado original,
nos dice justamente que la comunión con Dios se refleja en la comunión de la
pareja humana y que la pérdida de la confianza en el Padre celeste genera
división y conflicto entre el hombre y la mujer.
De aquí se ve la gran responsabilidad de la Iglesia y de todos los
creyentes, y sobre todo de las familias creyentes, para descubrir la belleza
del plan creador que pone la imagen de Dios, también en la alianza entre el
hombre y la mujer: la tierra se llena de armonía y de confianza cuando la
alianza ente el hombre y la mujer se vive en el bien. Y si el hombre y la
mujer la buscan juntos entre ellos y con Dios, sin dudas la encuentran. Jesús
nos anima explícitamente al testimonio de esta belleza, que es la imagen de
Dios.
15 de abril de 2015
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