viernes, 2 de octubre de 2015

OCTUBRE: MES DE LA FAMILIA Y LA MISIÓN

Queridas familias:
    Este mes comienza el Sínodo de los obispos sobre el tema “La familia”, cuestión de suma importancia por las implicancias que tiene en la cultura moderna. El Papa muchas veces ha puesto la atención sobre la siguiente realidad: cómo cuidar de aquellos que, después de un fallo irreversible de su unión matrimonial, han comenzado una nueva unión. Y es bueno que quede muy en claro para todos cuál es el verdadero pensamiento de la Iglesia.
La Iglesia sabe que esta situación contradice el Sacramento cristiano. Por eso, siente el deber, “por amor a la verdad”, de “discernir bien las situaciones” marcando como ejemplo la diferencia entre quien ha sufrido la separación, respecto de quien la ha provocado: es importante hacer este discernimiento.
Paralelamente, aparece la urgencia de desarrollar en nuestras comunidades una acogida real hacia las personas que viven estas situaciones, considerando fundamentalmente la situación de los niños, que son los que más las sufren: ¿cómo podemos aconsejar a estos padres para educar a los hijos en la vida cristiana -dando ellos el ejemplo de una fe convencida y practicada- si los tenemos alejados de la vida de la comunidad como si fueran excomulgados? ¡No se deben añadir más obstáculos a aquellos que, en estas situaciones, ya deben cargar!
Es importante comunicar a estas parejas, ya que no lo saben, que sientan a la Iglesia como madre atenta a todos, dispuesta siempre a la escucha y al encuentro. Es necesario anunciar, con una acogida fraterna y atenta en el amor y en la verdad, a aquellos que han establecido una nueva convivencia después del fracaso del matrimonio sacramental que, de hecho, no son ni están excomulgadas, ni van a ser en lo absoluto tratados como tales: siempre forman parte de la Iglesia.
De allí que la Iglesia reitera la invitación a manifestar abierta y coherentemente la disponibilidad de la comunidad a acogerlos y a animarlos, para que vivan y desarrollen cada vez más su pertenencia a Cristo y a la Iglesia con la oración, con la escucha de la Palabra de Dios, con la frecuencia a la liturgia, con la educación cristiana de los hijos, con la caridad y el servicio a los pobres, con el compromiso por la justicia y la paz: “La Iglesia, como familia de Jesús, está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. Ninguna puerta tiene que estar cerrada. Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden formar parte de la comunidad. La Iglesia es la casa paterna donde hay sitio para cada uno con su vida a cuestas” (Evangelii gaudium, n. 47).
Todos los cristianos estamos llamados a imitar al Buen Pastor: sobre todo las familias cristianas que pueden colaborar con Él cuidando de las familias heridas, acompañándolas en la vida de fe de la comunidad. Que cada uno haga su parte asumiendo la actitud del Buen Pastor, que conoce cada una de sus ovejas ¡y no excluye a ninguna de su infinito amor!

Recemos por el Sínodo y para que las decisiones que se tomen en adelante nos ayuden a vivir en la verdad y el amor. Y cada uno de nosotros misionemos anunciando esta buena noticia a las parejas en dificultad.

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