jueves, 22 de octubre de 2015

Para la información sobre lo que noticieros y noticias varias publican.

Declaración del Director de la Oficina de Prensa
Ciudad del Vaticano, 21 de octubre de 2015 (Vis).-El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Padre Federico Lombardi SJ, ha declarado esta mañana cuanto sigue:
''La difusión de noticias totalmente infundadas sobre la salud del Santo Padre por parte de un medio de prensa italiano es gravemente irresponsable y no merece atención. Además, como todos pueden ver, el Papa desarrolla como siempre su intensa actividad sin interrupción y con la más absoluta normalidad''.
Posteriormente, el Padre Lombardi, durante un briefing informativo sobre el Sínodo, añadió al respecto:
''Confirmo completamente el desmentido efectuado. Lo confirmo después de haberlo verificado con las fuentes oportunas, incluido el Santo Padre.
Ningún médico japonés ha venido al Vaticano para visitar al Papa, ni se han efectuado análisis como los indicados en el artículo
Los departamentos competentes me han confirmado que tampoco ha habido vuelos de helicópteros que hayan llegado al Vaticano procedentes del exterior en el mes de enero.
Puedo confirmar que el Papa disfruta de buena salud.
Reitero que lo publicado constituye un acto de grave irresponsabilidad, absolutamente injustificable e incalificable. Y también es injustificable seguir alimentando similares informaciones infundadas. Por lo tanto se espera que este caso se cierre inmediatamente''

lunes, 12 de octubre de 2015

UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

  
- LA ENFERMEDAD

     El día 5 de noviembre celebramos la Jornada Nacional del Enfermo. La Iglesia quiere que nos detengamos unos instantes para reflexionar sobre la enfermedad, sobre esta limitación de la naturaleza humana. Y para mirarla desde la fe o, por lo menos, para tomarla en consideración así como lo hizo Jesús, “quien asumió en todo nuestra naturaleza humana, menos el pecado”.
     Jesús tuvo una preocupación para con todos, pero le dedicó también un tiempo especial a los enfermos de todas las condiciones; así lo relata el Evangelio. No obstante, debemos discernir que Jesús no curó milagrosamente a todos los enfermos de Israel. Los Evangelios nos presentan algunas curaciones, resurrecciones, para afirmarnos que Él vino para sanar la interioridad el hombre, para desterrar la causa de todos los males y para vencer la muerte con su resurrección. La enfermedad será nuestra compañera de viaje hasta el último día, pero, así como a Él lo ayudaron a llevar la cruz, ahora será Jesús quien nos ayude a nosotros a llevar la propia, incluida la de la enfermedad (el deterioro del aspecto humano, material, de la vida). Solo después de la muerte entraremos en la resurrección (del cuerpo) donde no habrá ya ningún tipo de enfermedad y muerte.


- ORIGEN  Y EFECTOS DE ESTE SACRAMENTO


 
 ¿Cómo nos acompaña Jesús a llevar la cruz?: ¡por el Sacramento de la Unción de los Enfermos! Dice la Palabra de Dios en Santiago:  “si está enfermo alguno de ustedes, llamen a los sacerdotes de la Iglesia para que oren sobre él y lo unjan con el óleo en el nombre del Señor, la oración de la fe salvará al enfermo, los pecados que hubiere cometido le serán perdonados y encontrará alivio y salvación”. La fórmula de este Sacramento dice: “Por esta Santa Unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo. Amén.  Para que libre de tus pecados te conceda la salvación y te conforten en la enfermedad. Amén.”
     En el primer texto de la Palabra de Dios encontramos los tres efectos del Sacramento: “la salvación”, “los pecados son perdonados”, “comunica alivio y salvación”.
     En la fórmula se expresa la ayuda de Jesús por la acción inmediata del Espíritu Santo en la situación que se vive y por la comunicación de su gracia (su vida), junto de la posibilidad (para nosotros) de vivir la perfecta comunión con Él y con los demás (asociándonos a Jesús en su “entrega” en la cruz en beneficio de todos los hombres).
     La “unción” es un signo y lo importante es lo que el signo comunica, no el gesto en sí que simplemente actúa como “vehículo” de lo que Dios nos regala.


- QUIÉNES RECIBEN EL SACRAMENTO

     Este Sacramento lo reciben los enfermos de una cierta gravedad que deseen, libre y conscientemente, ser acompañados por Jesús o porque desean unirse a Cristo sufriente, como dice S. Pablo, para “completar en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo”.
     De esta manera, en aquellos que se preparan para una operación de cierta importancia, los ancianos (de más de 70 años) que se van sintiendo débiles en su cuerpo, Jesús “ayuda”, “perdona”, “concede la salvación” y “conforta en la enfermedad” mediante este sacramento.
     Para que un sacramento sea eficaz, salvo en situaciones que no podemos ser conscientes de esto, hace falta que quien lo recibe sepa de qué se trata y abra su corazón para recibir el don de Dios. Por eso es importante saber, por no ser éste un rito mágico, que Dios siempre actúa sin condicionamientos y sin ataduras; no se estructura, contribuye a hacer las cosas como Él manda.

     Los sacramentos son confiados por Jesús a la Iglesia (comunidad de creyentes) y para la Iglesia (para los creyentes). Ella los administra. No son bienes individuales, les pertenecen a todos. Por eso normalmente se comunican en el lugar “común” o casa de todos que es el templo, aunque siempre habrá excepciones por evidentes razones. Por todo esto, al celebrarse la Jornada Nacional del Enfermo el día 7 de noviembre, la Parroquia ofrece esta oportunidad a todos los que se sientan “enfermos”, y así juntos celebrar esta presencia de Jesús, siendo capaces de rezar los unos por los otros.


     La ceremonia se hará a las 17:30 hs. seguidamente, celebraremos este acontecimiento con un té en el salón de la Parroquia.

jueves, 8 de octubre de 2015

Catequesis del Santo Padre sobre la familia en la audiencia general del miércoles 7 de octubre

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
Hace pocos días comenzó el Sínodo de los Obispos sobre el tema “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”. La familia que camina en la vía del Señor es fundamental en el testimonio del amor de Dios y merece por ello la dedicación de la que la Iglesia es capaz. El Sínodo está llamado a interpretar, hoy, esta solicitud y esta atención de la Iglesia. Acompañemos todo el recorrido sinodal sobre todo con nuestra oración y nuestra atención. Y en este período las catequesis serán reflexiones inspiradas por algunos aspectos de la relación --que podemos decir indisoluble-- entre la Iglesia y la familia, con el horizonte abierto para el bien de la entera comunidad humana.
Una mirada atenta a la vida cotidiana de los hombres y de las mujeres de hoy muestra inmediatamente la necesidad que hay por todos lados de una robusta inyección de espíritu familiar. De hecho, el estilo de las relaciones --civiles, económicas, jurídicas, profesionales, de ciudadanía-- aparece muy racional, formal, organizado, pero también muy “deshidratado”, árido, anónimo. A veces se hace insoportable.  Aun queriendo ser inclusivo en sus formas, en la realidad abandona a la soledad y al descarte un número cada vez mayor de personas. Por esto, la familia abre para toda la sociedad una perspectiva más humana: abre los ojos de los hijos sobre la vida - y no solo la mirada, sino también todos los demás sentidos - representando una visión de la relación humana edificada sobre la libre alianza de amor. La familia introduce a la necesidad de las uniones de fidelidad, sinceridad, confianza, cooperación, respeto; anima a proyectar un mundo habitable y a creer en las relaciones de confianza, también en condiciones difíciles; enseña a honrar la palabra dada, el respeto a las personas, el compartir los límites personales y de los demás. Y todos somos conscientes de lo insustituible de la atención familiar por los miembros más pequeños, más vulnerables, más heridos, e incluso los más desastrosos en las conductas de su vida. En la sociedad, quien practica estas actitudes, las ha asimilado del espíritu familiar, no de la competición y del deseo de autorrealización.
Pues bien, aun sabiendo todo esto, no se da a la familia el peso debido --y reconocimiento, y apoyo-- en la organización política y económica de la sociedad contemporánea. Quisiera decir más: la familia no solo no tiene reconocimiento adecuado, ¡sino que no genera más aprendizaje! A veces nos vendría decir que, con toda su ciencia y su técnica, la sociedad moderna no es capaz todavía de traducir estos conocimientos en formas mejores de convivencia civil. No solo la organización de la vida común se estanca cada vez más en una burocracia del todo extraña a las uniones humanas fundamentales, sino, incluso, las costumbres sociales y políticas muestran a menudo signos de degradación --agresividad, vulgaridad, desprecio…--, que están por debajo del umbral de una educación familiar también mínimo. En tal situación, los extremos opuestos de este embrutecimiento de las relaciones --es decir el embotamiento tecnocrático y el familismo amoral-- se conjugan y se alimentan el uno al otro. Es una paradoja.
La Iglesia individua hoy, en este punto exacto, el sentido histórico de su misión sobre la familia y del auténtico espíritu familiar: comenzando por una atenta revisión de la vida, que se refiere a sí misma. Se podría decir que el “espíritu familiar” es una carta constitucional para la Iglesia: así el cristianismo debe aparecer, y así debe ser. Está escrito en letras claras: “Vosotros que un tiempo estabais lejos – dice san Pablo – […] ya no sois extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y familia de Dios” (Ef 2,19). La Iglesia es y debe ser la familia de Dios.
Jesús, cuando llamó a Pedro para seguirlo, le dijo que le haría “pescador de hombres”; y por esto es necesario un nuevo tipo de redes. Podríamos decir que hoy las familias son una de las redes más importantes para la misión de Pedro y de la Iglesia. ¡Esta no es una red que hace prisioneros! Al contrario, libera de las malas aguas del abandono y de la indiferencia, que ahogan a muchos seres humanos en el mar de la soledad y de la indiferencia. La familia sabe bien qué es la dignidad de sentirse hijos y no esclavos, o extranjeros, o solo un número de carné de identidad.
Desde aquí, desde la familia, Jesús comienza de nuevo su paso entre los seres humanos para persuadirlos que Dios no les ha olvidado. De aquí, Pedro toma fuerzas para su ministerio. De aquí la Iglesia, obedeciendo a la palabra del Maestro, sale a pescar al lago, segura que, si esto sucede, la pesca será milagrosa. Pueda el entusiasmo de los Padres sinodales, animados por el Espíritu Santo, fomentar el impulso de una Iglesia que abandona las viejas redes y vuelve a pescar confiando en la palabra de su Señor. ¡Recemos intensamente por esto! Cristo, por lo demás, ha prometido y nos confirma: si incluso los malos padres no rechazan dar pan a los hijos hambrientos, ¡Imaginémonos si Dios no dará el Espíritu a los que – aun imperfectos como son – lo piden con apasionada insistencia (cfr Lc 11,9-13)!

UN “DIOS” DESTERRADO


     Cuántas veces nos preguntamos, ¿qué le pasa a la sociedad?, ¿por qué este odio, divisiones, desigualdades, inseguridad, una vida sin paz, siempre con sobresaltos? Y lo peor es que, ya sin preguntarnos nada… ¡nos estamos acostumbrando a todo esto!, lo naturalizamos.
     La respuesta es sencilla y preocupante a la vez: ¡hemos desterrado a Dios de la sociedad!
     Cierto es que de algún lugar venimos, alguien nos creó, nuestra existencia tiene un origen. Y además: no somos solo materia, corporeidad; también tenemos un espíritu, lo que anima nuestro cuerpo, el “ser persona” que va más allá de la corporeidad. No obstante, hoy vivimos envueltos en lo que se llama “el pensamiento único”, que se impone en todas partes como la única verdad. Y este pensamiento único no tiene Dios, sólo un dios hombre; no tiene reglas, mandamientos, porque, para esta manera de pensar, todo surge del individualismo, del egoísmo; diríamos, del “divide y reina”. Y en esta perspectiva, a Dios -en cuanto ser supremo, origen y fin de la vida humana- hay que hacerlo desaparecer pues de otra manera nos condiciona y nos impide “realizarnos”.
     Esta idea de un “Dios desterrado” se va imponiendo sin que nosotros nos demos cuenta; en esta sociedad individualista, lo primero es “aguar” a Dios, ponerlo lejos, intrascendente, hacerlo inútil para el desarrollo humano, encerrarlo en los templos. Luego se trata de disolver toda relación con Él: vivir, comer, dormir y hacer lo que se quiera sin Dios. Así, todos nos convertimos en prisioneros de nuestro “yo” y se pierde una relación común de los seres humanos.
     Por el contrario, quien quiera ser verdaderamente cristiano tiene que cuidarse para no caer en ese “endiosamiento de sí mismo”, tienen que reconocer que es salvado por Cristo, y no por la propia voluntad. El auténticamente cristiano sabe que sin Cristo, sin su persona y su mensaje, no hay posibilidad de mejorar las relaciones interpersonales, en las instituciones, en las estructuras. Creer en Cristo es asumir, comprometerse, vivir -sin discusiones ni objeciones- su mensaje plasmado en la Escritura, especialmente en el Nuevo Testamento que es la plenitud de la revelación. Porque Jesús nos dice bien clarito: “Yo soy el camino, la verdad, la vida”, y agrega: “Yo soy el Pan de Vida bajado del cielo, el que coma de este Pan vivirá para siempre, no morirá jamás”. Jesús nos enseña que lo más importante, lo que resume todos lo que dijeron los profetas y hasta la misma Ley, se halla en su: “amarás a Dios sobre todas las cosas, con todo tu espíritu, con toda tu alma, y a tu prójimo como a ti mismo”. Esta es la regla de oro.

     Dios nos creó, sabe lo que somos y como tenemos que funcionar; y para superar las dificultades que pueden surgir nos mandó a su Hijo. No desterremos de nuestra vida personal, de nuestras familias, de nuestro contexto a este Dios que nos ama. Aunque muchas veces nos equivoquemos. Y aprendamos que ese Dios tiene nombre y apellido: Jesús de Nazaret, y que lo tenemos que conocer, amar y seguir.

lunes, 5 de octubre de 2015

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE EL HOMBRE Y LA MUJER COMO DON DE DIOS A LA HUMANIDAD (última parte)

 
     La cultura moderna y contemporánea ha abierto nuevos espacios, nuevas libertades y nuevas profundidades para enriquecer la comprensión de esta diferencia. Pero ha introducido también muchas dudas y mucho escepticismo. Por ejemplo me pregunto si la así llamada teoría de género no sea también expresión de una frustración y de una resignación, que tiene en vista borrar la diferencia sexual porque no sabe más confrontarse con ella. Sí, corremos el riesgo de hacer un paso hacia atrás. La remoción de la diferencia de hecho, es el problema, no la solución. Para resolver su problema de relaciones, el hombre y la mujer tienen en cambio que hablarse más, escucharse más, conocerse más, quererse más. Tiene que tratarse con respeto y cooperar con amistad. Con estas bases humanas, sostenidas por la gracia de Dios, es posible proyectar la unión matrimonial y familiar para toda la vida.
     La relación matrimonial y familiar es una cosa seria, y lo es para todos, no solamente para los creyentes. Querría exhortar a los intelectuales a no disertar sobre el tema como si fuera secundario para el empeño en favor de una sociedad más libre y más justa.
     Dios ha confiado a la tierra la alianza del hombre y de la mujer: su fracaso vuelve árido el mundo de los afectos y oscurece el cielo de la esperanza. Las señales son ya preocupantes y los vemos. Querría indicar, entre muchos, dos puntos que creo deban empeñarnos con más urgencia:
     El primero. Es indudable que debemos hacer mucho más a favor de la mujer, si queremos dar más fuerza a la reciprocidad entre hombres y mujeres. Es necesario de hecho, que la mujer no solamente sea más escuchada, sino que su voz tenga un peso real, un prestigio reconocido en la sociedad y en la iglesia, del modo mismo con el cual Jesús ha considerado a las mujeres (el evangelio lo indica así, y en un contexto menos favorable del nuestro, porque en esos tiempos la mujer era puesta en segundo lugar). Pero Jesús la considera de una manera que da una luz potente que ilumina un camino que lleva lejos, del cual hemos recorrido solamente un tramo. Aún no hemos entendido en profundidad cuáles son las cosas que nos puede dar el genio femenino de la mujer en la sociedad. Tal vez haya que ver las cosas con otros ojos para que se complemente el pensamiento de los hombres. Es un camino que es necesario recorrer con más creatividad y más audacia.
     Una segunda reflexión se refiere al tema del hombre y de la mujer, creados a imagen y semejanza de Dios. Me pregunto si la crisis de confianza colectiva en Dios, que nos hace tanto mal, y nos hace enfermar volviéndonos resignados delante de la incredulidad y del cinismo, no esté conectada a la crisis de alianza entre el hombre y la mujer. De hecho, la narración bíblica con el gran cuadro simbólico sobre el paraíso terrenal y el pecado original, nos dice justamente que la comunión con Dios se refleja en la comunión de la pareja humana y que la pérdida de la confianza en el Padre celeste genera división y conflicto entre el hombre y la mujer.
     De aquí se ve la gran responsabilidad de la Iglesia y de todos los creyentes, y sobre todo de las familias creyentes, para descubrir la belleza del plan creador que pone la imagen de Dios, también en la alianza entre el hombre y la mujer: la tierra se llena de armonía y de confianza cuando la alianza ente el hombre y la mujer se vive en el bien. Y si el hombre y la mujer la buscan juntos entre ellos y con Dios, sin dudas la encuentran. Jesús nos anima explícitamente al testimonio de esta belleza, que es la imagen de Dios.
15 de abril de 2015


     








viernes, 2 de octubre de 2015

OCTUBRE: MES DE LA FAMILIA Y LA MISIÓN

Queridas familias:
    Este mes comienza el Sínodo de los obispos sobre el tema “La familia”, cuestión de suma importancia por las implicancias que tiene en la cultura moderna. El Papa muchas veces ha puesto la atención sobre la siguiente realidad: cómo cuidar de aquellos que, después de un fallo irreversible de su unión matrimonial, han comenzado una nueva unión. Y es bueno que quede muy en claro para todos cuál es el verdadero pensamiento de la Iglesia.
La Iglesia sabe que esta situación contradice el Sacramento cristiano. Por eso, siente el deber, “por amor a la verdad”, de “discernir bien las situaciones” marcando como ejemplo la diferencia entre quien ha sufrido la separación, respecto de quien la ha provocado: es importante hacer este discernimiento.
Paralelamente, aparece la urgencia de desarrollar en nuestras comunidades una acogida real hacia las personas que viven estas situaciones, considerando fundamentalmente la situación de los niños, que son los que más las sufren: ¿cómo podemos aconsejar a estos padres para educar a los hijos en la vida cristiana -dando ellos el ejemplo de una fe convencida y practicada- si los tenemos alejados de la vida de la comunidad como si fueran excomulgados? ¡No se deben añadir más obstáculos a aquellos que, en estas situaciones, ya deben cargar!
Es importante comunicar a estas parejas, ya que no lo saben, que sientan a la Iglesia como madre atenta a todos, dispuesta siempre a la escucha y al encuentro. Es necesario anunciar, con una acogida fraterna y atenta en el amor y en la verdad, a aquellos que han establecido una nueva convivencia después del fracaso del matrimonio sacramental que, de hecho, no son ni están excomulgadas, ni van a ser en lo absoluto tratados como tales: siempre forman parte de la Iglesia.
De allí que la Iglesia reitera la invitación a manifestar abierta y coherentemente la disponibilidad de la comunidad a acogerlos y a animarlos, para que vivan y desarrollen cada vez más su pertenencia a Cristo y a la Iglesia con la oración, con la escucha de la Palabra de Dios, con la frecuencia a la liturgia, con la educación cristiana de los hijos, con la caridad y el servicio a los pobres, con el compromiso por la justicia y la paz: “La Iglesia, como familia de Jesús, está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. Ninguna puerta tiene que estar cerrada. Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden formar parte de la comunidad. La Iglesia es la casa paterna donde hay sitio para cada uno con su vida a cuestas” (Evangelii gaudium, n. 47).
Todos los cristianos estamos llamados a imitar al Buen Pastor: sobre todo las familias cristianas que pueden colaborar con Él cuidando de las familias heridas, acompañándolas en la vida de fe de la comunidad. Que cada uno haga su parte asumiendo la actitud del Buen Pastor, que conoce cada una de sus ovejas ¡y no excluye a ninguna de su infinito amor!

Recemos por el Sínodo y para que las decisiones que se tomen en adelante nos ayuden a vivir en la verdad y el amor. Y cada uno de nosotros misionemos anunciando esta buena noticia a las parejas en dificultad.

jueves, 1 de octubre de 2015

El 4: DIA DE LA FAMILIA

   
 El domingo 4 nuestra Comunidad (San Jorge y Espíritu Santo) celebrará el día de “La Familia”. Así comenzaremos el mes en sintonía con el Sínodo de la Familia 2015, a realizarse en Roma y que comienza ese mismo día. Rezaremos, por tanto, para que sus conclusiones nos iluminen y para que nosotros aceptemos lo que se nos proponga.

     El mismo domingo se suspenderá la Misa en la Capilla para poder encontrarnos todos en una única celebración, ya que queremos expresarnos como “la Familia de Jesús”
- Nos encontraremos en la Parroquia a las 10 hs.; a las 10,30 celebración de la Eucaristía, en ella se hará entrega del Rosario a los niños de la 3º etapa; a los de la 2º etapas se entregarán las Bienaventuranzas y los  Mandamientos y la entrega de la etapa de la Sagrada Familia a los chicos de la 1º etapa.
- Luego se compartirá un almuerzo a la canasta (“poner en común” para compartir evitando el individualismo) y para crear la “la cultura del Encuentro” (conocernos y evitar estar siempre con los mismos que ya conocemos
- finalmente, tendrá lugar un trabajo en grupos con todos los asistentes que consistirá en dar a cada equipo tres preguntas, con el fin de reflexionar sobre:
1.      qué sabemos sobre el proyecto de Dios sobre la familia.
2.      qué dice el Papa Francisco sobre la Familia en esta realidad actual
3.      qué opinamos nosotros, como familias, de la actitud de la Iglesia y cómo quisiéramos que fuese.

Pasaremos, con el esfuerzo y la buena voluntad de todos, una tarde familiar y divertida ya que habrá algún juego..


¡ESTAN TODOS INVITADOS!