Setiembre
es el mes de la Biblia, es decir, el mes de “La Palabra de Dios”.
¿Por qué un
mes dedicado a ella? ¡Para que valoremos su importancia! Nos decía San Jerónimo
que “la ignorancia de la Biblia es ignorancia de Cristo”. Nada más cierto, ya que la Biblia contiene la Palabra de Dios y
Jesús es “La Palabra hecha carne”. Valoramos la Palabra al acostumbrarnos a
seguirla y al familiarizarnos con ella; al hacer que sea la Palabra de la
Verdad, la que nos marque el camino para conducirnos en la escuela de Jesús. Es
la Palabra que tenemos que conocer y aceptar en comunión con la Comunidad
cristiana, con la Iglesia, para no caer en interpretaciones erróneas que no
conducen a inventarnos un cristianismo “a medida”.
Algunas
indicaciones:
1. La
Palabra se lee lentamente y se acepta con el corazón, respondiendo a esta
pregunta: ¿qué dice el texto?
2. La
Palabra aceptada hay que rumiarla, permitiendo que nos interrogue; que lleve a
responder esta pregunta: ¿qué me dice
el texto en mi situación actual y con mi vida concreta?
3. La
Palabra ya aceptada y rumiada exige una respuesta para orientar la propia vida
según proyecto de Jesús, contestando a la
pregunta: ¿qué le respondo yo a la Palabra?
San Lucas,
en la Anunciación, es quien nos da estas pautas, enseñándonos a ponernos frente
a la Palabra hecha carne. Para esto es conveniente usar el texto que día a día
la liturgia de la Iglesia nos propone, de este modo, no se queda en el simple
“picotear”, sino que se trata de respetar una guía...
Sería bueno
que podamos todos los días dedicarle un momento a Jesús ya que el “encuentro”
con Él es lo único que nos hará madurar y convertirnos progresivamente en
mejores “hijos de Dios”.
Si podemos
hacer esta práctica en familia y con otras familias, la experiencia será más
enriquecedora, pues el compartir ayuda a crear vínculos fraternos que nos
ayudan a ser “la Iglesia de Jesús”.
Esperemos
que la primavera que ya pronto comenzará haga florecer una nueva espiritualidad
en todos nosotros, fundada en la Palabra de Dios y no en cosas que poco tienen
que ver con un encuentro con Jesús. Vayamos a lo más importante y esencial.
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