martes, 13 de mayo de 2014


LA TRADICIÓN DE JESUS
SE TRANSFORMÓ EN UNA RELIGIÓN
La Tradición de Jesús se transformó a lo largo de la historia en una religión, la religión cristiana: una organización religiosa en forma de distintas Iglesias, especialmente la Iglesia romano-católica. Éstas se caracterizan por ser instituciones con doctrinas, disciplinas, determinaciones éticas, formas rituales de celebración y cánones jurídicos. La Iglesia católica romana en concreto se organizó en torno a la categoría del poder sagrado (sacra potestas), concentrándolo en manos de una pequeña élite que es la jerarquía con el Papa a la cabeza, con exclusión de los laicos y de las mujeres. Ella detenta las decisiones y el monopolio de la palabra. Es jerárquica y creadora de grandes desigualdades. Se identificó ilegítimamente con la Tradición de Jesús.
Tanto en su culto como en su estructura la religión cristiana, especialmente la católico-romana, se identificó con la religión y la estructura del imperio romano a partir del hecho de que el Imperio, ya en su decadencia y para buscar unificarlo, asumió al cristianismo precisamente para tener una unidad. Y como todo está entremezclado, también la Iglesia de Cristo asumió del imperio todo lo que precisamente Cristo había evitado.
Es así que hasta el día de hoy la Iglesia de Jesús fue asumiendo formas según las grandes épocas históricas, pero manteniendo siempre, como base, lo adquirido en el Imperio romano.
De allí que nos encontramos frente a dos realidades: el mensaje de Jesús con su propuesta por un lado, la estructura religiosa con la que hoy conocemos a la Iglesia por el otro. El mensaje de Jesús es inamovible, es lo esencial, e lo primario y lo exigente; la estructura es lo cambiante o la vestimenta que encarna el Mensaje, por lo tanto, cambiante. Si bien este cambio muchas veces es lento vemos que es real sobre todo en estos últimos tiempos de la mano del Papa Francisco.
Es importante de parte nuestra: no dejar que el árbol impida ver el bosque. Que la estructura, que nos hemos creado también cada uno de nosotros, no nos impida reconocer el mensaje de Jesús con su exigencia. Aceptemos la estructura como un elemento histórico que tiene que estar al servicio del Mensaje y de los hombres y en continua transformación.

 

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