Una de las preocupaciones fundamentales
de la Iglesia ,
expresada por el Papa Francisco, es la Evangelización , la
transmisión de la fe en el contexto actual. En efecto, nadie tiene los ojos tan
cerrados como para no ver como nuestra Iglesia se vacía: seguirán aumentando
los “cristianos anagráficos” (solo bautizados) mientras que los que se
esfuerzan por vivir el mensaje de Jesús en la Iglesia , disminuyen.
Tampoco en el pequeño ambiente donde nos movemos podemos manifestar, como se
dice en otros lugares, que el “fenómeno Francisco” genera entusiasmo y un
regreso a la Iglesia :
concretamente ¿han vuelto los jóvenes a la Iglesia como se dice? Parecería que el hecho, en
líneas generales, “no calienta demasiado”.
Por estos motivos, el Papa escribió una Exhortación Apostólica, la “Evangelii Gaudium” (texto para
recomendar leer y meditar lentamente). En este documento el Papa presenta
algunas “tentaciones” que se nos
presentan a los cristianos. De todas ellas, presentamos una, la del nº 78 del
documento, que es fundamental y que puede resumirse en estas palabras:
la
tentación de una preocupación exacerbada por los espacios personales de
autonomía y de distensión, que lleva a vivir la tarea (evangelizadora) como un mero apéndice de la vida, como si no
fueran parte de la propia identidad. Al mismo tiempo, la vida espiritual se confunde con algunos momentos religiosos que
brindan cierto alivio pero que no alimentan el encuentro con los demás, el
compromiso con el mundo, la pasión evangelizadora.
La Cuaresma
es, como para Jesús en el desierto, un momento privilegiado para que con la Palabra de Dios, podamos
clarificar el proyecto de Dios para cada uno y, a partir de la Pascua , lanzarnos a la
tarea de “vivir” cristianamente poniendo nuestra mirada en Dios y en los demás.
Así, aunque se rece, “se advierte una acentuación del individualismo, una crisis de identidad y una caída del fervor. Son tres males que se
alimentan entre sí”. El documento nos advierte además de otras consecuencias: frente
a la cultura mediática se desarrolla un complejo
de inferioridad que lleva a relativizar u ocultar la identidad cristiana y
las convicciones, y, en relación con esto, el
relativismo: un “todo da igual”.
Sigamos perseverando en este camino de la Cuaresma a partir de
estas reflexiones.
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