Queridas
familias:
Como todos los años, el mes de setiembre es el
mes dedicado a “La Palabra
de Dios”. Es un tiempo para que podamos tomar conciencia de la importancia que
el Verbo Divino tiene en nuestra vida de fe, no solo por el conocimiento cuanto
por las pequeñas actitudes de la vida.
Durante mucho tiempo la Iglesia insistió sobre
todo en los “sacramentos” (por motivos históricos que no vienen al caso
mencionar) y dejó de lado la
Palabra de Dios para que fuera anunciada solo como doctrina
por el clero. Hoy y desde hace cincuenta años, se la volvió a colocar en el
lugar que le corresponde dedicándole en el culto, sobre todo eucarístico, una
mesa: la mesa de la Palabra
con la que se comienza para luego pasar a la mesa de la eucaristía o de la
presencia real de Cristo resucitado, que se nos ofrece completamente: con su
mensaje (Palabra) y con su Cuerpo.
¿Qué pretende este mes? Antes que nada que
tomemos conciencia de su importancia en nuestra vida. Que no le tengamos miedo
al acercamiento a la Biblia ,
especialmente al Nuevo Testamento con todos sus libros. Que todos los días
podamos leer un trozo de él y, como sugerencia, el o los textos que la liturgia
de cada día nos presenta.
El objetivo es prolongar en el tiempo
(siempre) este acercamiento a la
Palabra , sin temores, sin prejuicios sin preocuparme si
entiendo mucho o poco, bien o mal, ya que Jesús y su Espíritu, me guiarán sin
que me dé cuenta y me harán saborear el amor de Dios que por medio de su
Palabra acompaña nuestras vidas y con ellas nos sostiene, nos ilumina, nos
conforta y alimenta.
¡Buena
tarea! Con la bendición de Dios