Queridas familias:
Este mes se
recuerdan dos celebraciones: “Todos los Santos” y “Todos los difuntos”. Esto
nos lleva a considerar el “más allá”, una realidad que está fuera de la
nuestra. Cuando decimos en el credo: “Creo en la vida eterna” hacemos
referencia a la meta de nuestra existencia, ¡esta es nuestra fe! Pero ¿creemos
en esto?
El 14 de
setiembre se realizó en Córdoba la “beatificación” del Cura Brochero. Fue un
signo de la fe cristiana que expresa de manera verdadera que los que mueren no
desaparecen sino que, como dice San Pablo, se transforman y viven para siempre.
Porque la vida que poseemos es eterna: mientras aquí se expresa “humanamente” luego
será con una “humanidad divinizada”, nada más y nada menos que como la de
Jesucristo.
Aferrarse a
la etapa terrena genera algunas actitudes de los creyentes hoy, aunque, como
dijo una vez el Papa Francisco: “nunca vi un corteo fúnebre con un camión de
mudanza o un camión de caudales atrás” o, como sostiene el refrán popular: “la
mortaja no tiene bolsillos”. Lo material sirve para vivir una vida digna, pero
“allá” ¡no sirve!; mientras estamos en este mundo somos “administradores” y no
propietarios de los bienes que fueron creados para todos. Y por esto seremos juzgados:
“porque tuve hambre y me diste de comer…..” (Mateo 25.)
Y si las
cosas son así tendríamos que tener una mirada hacia los “Lázaros” (ayuda que
Dios nos ofrece) para compartir junto
con ellos la vida; para profundizar estas cuestiones, leamos el texto
evangélico de Lucas 16,19-31.
La Fiesta de los Santos incluye a todos
los que ya comparten eternamente la vida con Dios y sus hermanos. Éstos no son
únicamente los “proclamados” por el Magisterio Eclesial sino que están todos los
difuntos, tanto los que hemos conocido como los que no. Por otra parte, esta
fiesta nos recuerda aquello que nos dice Jesús en el Evangelio de Mateo: “sed
santos, como Dios es Santo”. Se necesitan santos que vivan la cultura positiva
de hoy, en las distintas situaciones y actividades que cada uno desarrolla. Se
trata de una santidad que comienza aquí y que con la gracia de Dios se vive en
las dificultades hodiernas, y que llegará a su plenitud cuando seamos
transformados por la resurrección.
La Conmemoración de los Difuntos quiere
ayudarnos a descubrir, siempre por medio de la fe, que la muerte ya no tiene la
última palabra; que los que llamamos “difuntos” siguen viviendo. Recordamos
especialmente a los que conocemos y los invocamos para que nos ayuden,
intercediendo por nosotros, para que nuestro caminar pueda ser perseverante y
con la mirada puesta allí donde está nuestra esperanza.
Que Dios
nos bendiga a todos con su infinita misericordia.