Es innegable que hoy la figura del Papa
Francisco es causa de alegría, esperanza y renovación. Francisco se puso desde
el comienzo a la Iglesia
sobre sus hombros causando entusiasmo y sorpresa, como dijo un obispo argentino:
“ahora el Papa está hecho una Pascua. Le sonríe a
todo el mundo”. Hasta los menos creyentes comienzan a mirar a la Iglesia con otros ojos.
Pero ¿puede un solo hombre, aunque sea Papa, cargar con todo? Como él mismo nos
dice, la “renovación” es posible, pero nos compete a todos, a cada uno desde su
lugar; no obstante, en esto nunca estaremos solos: el Espíritu Santo nos
acompañará siempre, como lo está acompañando a él.
Francisco, como sucesor de Pedro y
en cuanto su misión de pastor (con los otros obispos), va “adelante para indicar el camino; o en medio,
para mantenerlo unido y neutralizar los desbandes; o detrás, para evitar que
alguno se quede rezagado, pero también, y fundamentalmente, porque el rebaño
mismo también tiene su olfato para encontrar nuevos caminos” (discurso al CELAM
en Río de Janeiro, 28 de julio 2013).
La primavera de la Iglesia que se manifiesta
con esta figura sencilla puede madurar mediante el compromiso y la responsabilidad
de todos nosotros. No resulta suficiente asombrarnos, entusiasmarnos y elogiarlo
por lo que vive y transmite, hay que dar un paso más….
Francisco, con su frescura, nos está
presentado una manera de pastorear a la Iglesia de una manera que no estábamos
acostumbrados, y esto es obra del Espíritu Santo. Abre también expectativas nuevas
con una “libertad interior” muy profunda. Desconcierta a los que están a su
lado, es espontáneo y no se ata a la tradición vaticanista. Es importante esta
“libertad interior” y no estar tan atado a viejas culturas o estructuras
caducas que no dicen nada al hombre de hoy. Ayudémoslo a llevar adelante esta
renovación dejándonos transformar, como le sucedió a él, por medio del Espíritu
Santo.
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