viernes, 30 de marzo de 2012

“¡JESUS ES EL ÚNICO SALVADOR!”


Queridas familias:
Estamos en la Pascua y en el Tiempo Pascual: es el corazón de la vida de los cristianos. El Dios que se hizo hombre y entró en nuestra historia nos ofrece hoy esta “novedad de vida”: la de la comunión, la reconciliación, la fraternidad. Todo esto es posible por la Pascua que para nosotros se efectiviza en cada Gran Pascua Anual y en las Pascuas semanales de los domingos.
La Pascua es la concreción de las promesas, del proyecto salvador de Dios. Lamentablemente, no tomamos conciencia de su importancia para el hombre, por el contrario, lo vemos como algo accidental o transversal que no incide en nuestras vidas. Nuestra fe es aún inmadura y sin repercusión en la vida diaria; esta realidad -puesta también de manifiesto por el Papa Benedicto cuando nos dice “que hay un analfabetismo religioso en los cristianos”- no debe desesperarnos: siempre se puede remediar cuando tomamos conciencia que un buen cristiano es “dócil” a la voz de Dios, a su Palabra; como nos decía el evangelio de la Transfiguración en el segundo domingo de cuaresma: “Este es mi hijo muy querido, escúchenlo”  (Mc. 9, 2-10).

Es la vivencia de la Pascua la que nos hace cristianos y nos permite asumir con serenidad y humildad el compromiso de vivir de esa manera. El mismo Papa, antes de dejar Alemania el año pasado, decía lo siguiente: “decidir ser cristianos es algo serio”. Es por eso que cada Pascua es una invitación misericordiosa de Dios para que aceptemos su propuesta de amor, realizada por Jesús, y para que, de esa manera, podamos recorrer el camino que nos lleva a la plenitud de la existencia.  
La Pascua se da en la Semana Santa. ¿Por qué es “Santa”? No tanto por todo lo que hacemos nosotros (actividades celebrativas o litúrgicas) sino porque de una manera especial Dios actúa en ella por medio de todos esos actos propios y los que la Iglesia fue enriqueciendo.
En esta Pascua dejémonos conducir por el Espíritu de Dios; éste se manifestará de una manera especial por medio de las celebraciones que con sus ritos (que son medios y nunca fines) nos irán introduciendo en su amor y en esa conversión que hoy cada uno de nosotros y nuestra sociedad necesita para vivir serenamente y con la esperanza de una plena realización.                                                                             
Buena Pascua y que el Padre misericordioso los bendiga.

                                                                                                              p. Darío

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