martes, 6 de diciembre de 2011

¿DÓNDE ALIMENTAMOS LA VIDA CRISTIANA?


La fe no es una doctrina. Es la vida que se expresa en el seguimiento del Jesús del Evangelio.  ¡La fe es vida!
            ¿Dónde u cómo alimentamos esta vida?: ¿mirando los programas de televisión, leyendo los diarios u hojeando revistas de chismes, modas y chululaje?
            Muchas dirán: ¡yendo a misa!
En parte es cierto, pero no del todo. ¿Por qué? La Misa es una “Celebración”, en ella se celebra la vida restaurada permanentemente por el misterio pascual de Cristo. La celebramos nosotros y Jesús sigue actuando... Ella condensa todas las intervenciones de Dios, expresadas en los 7 sacramentos, desde el bautismo hasta la Unción de los enfermos. En ella se hace presente toda la salvación que nos trajo Jesús de parte del Padre.
¡Pero no basta!

            Para vivir nuestra humanidad necesitamos varios alimentos. De la misma manera para vivir cristianamente necesitamos los alimentos adecuados y los que no nos indigesten o nos caigan mal; estos hay que evitarlos.
¿Cuáles son esos alimentos para la vida cristiana? Leamos Hechos 2, 42. Encontramos que:
1. Asiduidad a la enseñanza de los apóstoles. La Palabra que ellos nos dejaron plasmada en el Nuevo Testamento. Esas Palabra es “viva y eficaz” (Hebreos 4, 12), alimenta, ilumina, clarifica, enseña el camino, moldea, da vida, etc. Es importante un acercamiento personal, familiar y comunitario a ella.
2. La oración: Es la interiorización de esa Palabra (recordar la Lectio divina de la que se escribió en el boletín de septiembre). Ésta nos hace descubrir los criterios, valores principios que sostienen nuestra vida de fe cristiana.
3. La con-vivencia: estos criterios los ejercitamos en la vida común, con los hermanos en la fe, los que estamos en el “mismo camino”.  La comunidad es el ambiente de entrenamiento y de vivencia evangélica.
4. Todo esto lo hacemos sacramento “signo vital”. Se convierte en Presencia del resucitado que camina con nosotros. Es la Eucaristía, celebración del Amor de Dios que da sentido a todo. Es fuente y culmen de la vida de fe cristiana.

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