“Vayan por todo el mundo y
hagan que todos sean mis discípulos”. Este es el mandato de Jesús antes de
ascender a los cielos. Se lo dijo a la comunidad de los 11 que en ese momento
era “la Iglesia ”.
Un mandato que superaba la individualidad de ellos para abarcar la totalidad de
la Iglesia. Y
si nosotros somos Iglesia por el Bautismo, Confirmación y Eucaristía ese
mandato es también para nosotros. “Todo el mundo” es para mi el “lugar” dónde
me muevo, las personas que encuentro y con las que me relaciono. Es también mi
preocupación y oración por otras personas y lugares que no conozco pero
desearía que conozcan el mensaje de Jesús (como Santa Teresita que nunca salió
del Convento pero su oración y deseo era la de estar en la trinchera y por esto
fue declarada “Patrona de las Misiones” junto a quien estaba en el frente, San
Francisco Javier). El tener esta importante inquietud es signo de que somos
discípulos de Jesús; el encerrarnos en nosotros mismos y pensar que haciendo lo
mínimo ya estamos justificados, es índice de que Jesús no es lo importante para
nosotros. Todo llamado, y hemos sido
llamados por Jesús a seguirlo, conlleva implícito este mandato de llevar la buena noticia a todos.
¿Por qué la Iglesia presenta este tema
una vez al año, en octubre? Para que durante todo el mes meditemos sobre este
mandato que Jesús nos da a cada uno, para que hagamos de nuestras acciones
cotidianas acciones evangelizadoras, para que recemos (es el mes del rosario)
por las misiones fuera de nuestro ambiente.
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