viernes, 2 de septiembre de 2011

RESEÑA HISTÓRICA DE NUESTRA PARROQUIA Dos conceptos de Parroquia


Hay una constante en la vida de la Parroquia, ya desde la época en que era “Oratorio”, muchas veces no percibida o comprendida. Es la de la Parroquia como “Familia de Dios”. Así como tenemos en claro cuáles son las características de una familia (la humana), no lo tenemos tan en claro cuando nos referimos a la vida de la  Parroquia. Aquí nos encontramos con dos conceptos: 1. el de estructura de servicio sacramental o religioso y 2. el de ser una familia que está llamada a recorrer el camino del ideal presentado en la Palabra de Dios (Hechos 2,42): “eran asiduos a la enseñanza de los apóstoles, a la convivencia, a la fracción del pan y a la oración común……, ponían todo en común…..”

1.      La Parroquia como estructura de servicio. Nadie puede dudar que la parroquia presta un servicio; lo hace por medio del anuncio de la Palabra de Dios, de los Sacramentos, de la Caridad. Pero lo que si nos olvidamos es que estos servicios no tienen un fin en sí mismos, son “servicios” para integrar, para formar, para hacer participar de la Familia de Dios o de la Iglesia; para que podamos “ser el Cuerpo de Cristo” teniendo un único Espíritu que nos une. Son para que podamos recorrer “el camino” de la vida cristiana juntos y nunca cada uno por su lado. Los servicios son el puntapié inicial, son importantes pero no son el objetivo a alcanzar.
2.      La Parroquia como “Comunidad”. Como Familia de Dios”. Y aquí descubrimos dos vertientes:
a) la vida interna de los que optaron participar de la vida de la Comunidad con todas las dificultades que ella comporta pero confiando más en la acción de Jesús que en nuestra manera de ser y sentir y
b) lo que la Comunidad o familia está llamada a vivir en función de los que nos rodean y hay que ofrecerles la propuesta de Jesús (continuar su obra anunciadora).

a) Una familia  normal se comprende cuando cada miembro se siente parte de ella y da lo mejor por los demás; así se crece humana y espiritualmente; así se consolidan los lazos afectivos. En la familia natural lo que une es el amor llamado “stergo” (en griego) que nace más de la sangre que de otra cosa, éste es el afecto familiar, de parentesco.
En la familia cristiana o comunidad, el amor es otro, el llamado “ágape”, que no nace de la sangre ni de parentesco, sino que es el “amor de Dios” comunicado por el Espíritu Santo, desinteresado, que no espera retorno, que está dispuesto a acoger al “diferente” y al “enemigo”. Y en este amor se crece cuando somos atraídos por Jesús y respondemos. Cuando se van poniendo los medios humanos para “el encuentro”, la “integración”, el compartir, etc. Se da en el culto o momentos espirituales y se da contemporáneamente en las demás propuestas que se ofrecen. Recordemos:
“El testimonio personal lleva la firma del que lo realiza. El testimonio de una Comunidad lleva la firma de Cristo”
b) Pero además, para la Comunidad, hay algo más: está la vivencia del mandato de Jesús “así como el Padre me envió, yo los envío a ustedes”; “sean mis testigos en todas partes”; “de cómo ustedes se amen, reconocerán que son mis discípulos”. Esta actividad es hoy más  que nunca urgente e imperiosa, y está finalizada a “integrar” a la vida de la Iglesia a nuestros hermanos con los que nos contactamos. Que ellos puedan conocer el “PROYECTO” de Jesús y entrar a recorrer este “camino” de vida cristiana. Vida cristiana que no se opone a la vida humana, sino que le da orientación, sentido, plenitud.

Esto es en síntesis la constante de nuestra Parroquia. A veces es clara, otras veces confusa por la misma confusión en la que vive la sociedad.

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