martes, 1 de febrero de 2011

“LA EUCARISTIA HACE LA IGLESIA Y LA IGLESIA HACE LA EUCARISTÍA!”


Queridas familias:

Muchas veces las palabras nos dicen poco o nada. Estamos tan acostumbrados a oírlas que ya han perdido su significado. Así la palabra “salvación”: “Jesús vino a salvarnos”, “la Navidad es el comienzo de la salvación”, en la Pascua se realiza la Salvación”, la obra de la salvación” etc.
No es fácil en pocas líneas expresar el significado profundo y verdadero de la palabra “salvación” en la boca y la acción de Cristo.

El ser humano fue creado a “imagen y semejanza de Dios”. Un Dios que es “comunión Trinitaria” (Padre, Hijo y Espíritu Santo). A raíz del pecado de los primeros padres (Adán y Eva), se perdió esta semejanza y comunión; decimos: “se cerraron las puertas del cielo” (de esta forma de vida en comunión); más que un castigo de parte de Dios, ellos se excluyeron solitos de ese estado de vida con el que habían sido creados; usaron mal de la libertad.

Pero Dios creador no se resignó y prometió un Salvador (“Dios amó tanto al mundo que envió a su Hijo para que el hombre se salve por El”). Así conocemos todo el proyecto (misterio) que se desarrolló por medio del Pueblo de Israel, un proyecto o plan encarnado en la historia concreta de un Pueblo. ¿A dónde llevaba ese proyecto?, ¿en qué consistía? Precisamente en salvar a la humanidad, ofrecerle la posibilidad de llegar un día a vivir aquella vida de paraíso (comunión plena con Dios, con los demás hombres, comunión plena entre lo humano y espiritual dentro de uno mismo, comunión con el resto de lo creado). Esta posibilidad la ofrece Dios Padre por medio de su Hijo Jesús que vino para salvarnos y que la realizó en la Pascua con su Sacrificio (pasión, muerte y resurrección). Ese ofrecimiento pascual que Jesús realiza, se concretiza y se humaniza con el don del Espíritu Santo (Pentecostés) cuando nace la Iglesia (personas creyentes en Jesús Mesías y Salvador) como primicia y semilla de la nueva humanidad. Salvación que, comienza aquí y ahora (es histórica) pero que tiene su plenitud en lo más grande: después de la muerte física.

Es por eso que la Salvación es la “buena noticia” (evangelio), de que la muerte no tiene la última palabra, que no es el fin de todo. Jesús muriendo y resucitando nos abrió las puertas del cielo. Si bien tiene que ver con el acá y ahora expresa más bien nuestra situación futura y eterna. Hacia ella apuntamos y hacia ella nos dirigimos.

         Que Dios los bendiga….

                                                                  p. Darío

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