¿Por qué permanecemos de pié y sentados durante la Misa y no nos arrodillamos?
Sobre el “arrodillarse” o no durante la Misa o la Eucaristía es interesante conocer las razones históricos-teológicas y no hacer hincapié en las psicológicas - tradicionales - locales y agregadas.
Ya para Tertuliano (II-III siglo), el domingo, día de la resurrección, no se debe ayunar, ni arrodillarse (PL 2c. 79b). El Concilio de Nicea, en el año 325 decide en el canon 20: “Como hay algunos que doblan las rodillas el domingo (se refiere al día de la Eucaristía) y en el período de Pentecostés (cuando la Pascua, Ascensión, Pentecostés eran una fiesta única), el Santo Concilio decidió que, para observar una norma uniforme, todos deben dirigir sus oraciones a Dios quedando de pié”. Basilio de Cesarea (330-379) en una homilía sobre el Espíritu Santo afirma: “Nosotros rezamos parados el primer día de la semana (el domingo)… no solo porque resucitados en Cristo,… sino también porque este día se muestra de alguna manera como imagen del siglo futuro”. “De pié” es la actitud del viajante, de los judíos que comieron la Pascua “rápidamente, de pié, con el bastón en la mano”. Actitud de aquellos que esperan la venida del Hijo del Hombre. Delante a él están de pié los que no tienen nada que temer de su justicia (Ml 3,2). Actitud de Acción de Gracias de los elegidos en el Apocalipsis (7,9)
Recién el siglo XIII se introduce una nueva actitud, el arrodillarse durante la consagración, fueron otras las razones que fueron apareciendo: la del misterio, lo mágico, el concepto de adoración, etc. Esto lo vemos aún cuándo, por ejemplo en la consagración bajamos la cabeza y no miramos lo se nos está ofreciendo: “tomen y coman….; tomen y beban”.
Comprender las primeras razones nos dan la oportunidad de integrar una actitud distinta y fundamentada.
Ciertamente hoy hay disparidad de criterios en cada comunidad, o lisa y llanamente no se dice nada. Se actúa más por tradición que por convicción
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