martes, 9 de noviembre de 2010

Queridas Familias - Noviembre 2010

Queridas familias:
   
Dies Natalis. Así llamaban los primeros cristianos al día del fallecimiento. No era tan importante el nacimiento “terreno”, sino el nacimiento “celeste”, es decir el día en que se pasaba de este mundo a la eternidad. Era tan fuerte su fe, que creían que con la muerte se daba el paso a la verdadera vida, prometida por Jesús a los que creen en El, por El inaugurada con la Resurrección. ¡Ya, la Resurrección!

Durante la espera de la resurrección, los fieles están “dormidos” en su cuerpo: de hecho el lugar donde se enterraban se llamaba y se llama “cementerio”, ¡literalmente quiere decir dormitorio! Pero el alma, el espíritu recibe ya la vida o la ruina eterna, o sigue – de una manera misteriosa pero real – su camino de purificación con el Purgatorio.


Los cristianos “colaboran” al desarrollo del camino de los fieles difuntos con sus oraciones, la caridad, los sacrificios. El Cura de Ars podía afirmar: “sufro de noche por las almas del Purgatorio y de día por la conversión de los pecadores”. Para los primeros cristianos, pero también para las generaciones que nos precedieron, la muerte era parte de la vida cuotidiana: se hablaba, se preparaba, se velaba a los difuntos, se iba seguido a los cementerios, se participaba a las Misas de sufragio… ¿Qué pasó en estos últimos tiempos? ¿Por qué se quiere esconder la muerte o camuflarla? ¿Quizás  porque nos recuerda que no vivimos para siempre en esta tierra? ¿Por qué muchos  abandonan las tumbas de los seres queridos, no quieren estar al lado de las personas en luto y cuando pasa un coche fúnebre, más que hacer el signo de la cruz, realizan un gesto supersticioso?

¿Por qué se busca no solo cremar el cuerpo de los difuntos, sino también hacer desaparecer sus cenizas de manera que no queden rastros de su “paso” por este mundo?

En los últimos decenios se dieron cambios epocales que involucran el sentido de la vida, de la muerte, del dolor. Parecería que ni siquiera los cristianos sepan reaccionar a estos cambios de la mejor manera, presentando el valor y la belleza de la fe cristiana que ilumina no solo el presente, sino también le futuro, el nuestro y el de toda la humanidad, amada por Dios. Parecería que los creyentes no se comprometan suficientemente para “dar razón de la esperanza que hay en ellos”, sino que se adecuan a un cierto pensamiento corriente y pagano.

Bienvenida sea la solemnidad de todos los santos a recordarnos nuestro llamado a la santidad. Bienvenida la Conmemoración de todos los difuntos para recordarnos el hecho de que “la vida no se nos quita, sino que se transforma” y que “la hermana muerte” llegará un día para guiarnos al encuentro con el Salvador. Durante la espera guardemos con cuidado la memoria de los beneficios recibidos, “colaboremos” a la comunión de los santos, crezcamos en la fe con la oración. ¿En el Ave María no pedimos a la Madre de Dios de rezar por nosotros “en la hora de nuestra muerte”?

Pidámoslo, para que también nosotros – como esperamos por nuestros seres queridos – sea ese momento un sereno dies natalis

P. Darío

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