Hermanos:
Siempre me llamó la atención el hecho de
que la historia del mundo, por lo menos en nuestra cultura, se dividió en un
antes y un después por un acontecimiento concreto. Esto es: Antes de Cristo y
después de Cristo (a.C y d.C); en la historia de nuestra fe: Antiguo Testamento
y Nuevo Testamento. Y esto todavía perdura. Parecería ser algo sin sentido, pero
no. El acontecimiento de este personaje histórico llamado Cristo dividió
definitivamente la historia en dos…
Desde la mirada de la fe cristiana esto
tiene especialísima relevancia, es decir, que Jesús, el Cristo, es el Hijo
enviado por el Padre para dar un giro a la historia y a la vida de los hombres.
Nosotros decimos: para salvar al hombre, para restaurarlo, para una nueva
creación.
Este es el Proyecto de Dios, es su
voluntad. Un proyecto y una voluntad que, como en el libro del Génesis, quiso
hacer partícipe al ser humano, y ahora también nos invita a participar
activamente. Y en esto consiste el celebrar la Navidad: es el comienzo de este
ser mujeres y hombres renovados, llamados a renovar con Dios (Padre, Hijo y
Espíritu Santo) nuestro ser y la creación toda.
Dios nos toma en serio, con nuestra
libertad y capacidad de discernimiento, no para imponernos algo, sino para
ofrecernos una manera nueva de ser y hacer. Se trata de una propuesta de Dios
que nos trajo Jesús, Palabra viva del Padre, para ser “Camino, Verdad y Vida”,
en la aspiración del humana por ser feliz. Y es así, porque la felicidad
consiste en vivir para lo que hemos sido creados: en comunión con Dios, nuestro
Creador, y en comunión con los demás hombres y mujeres. De allí que Él eligió nacer
como toda criatura sin diferencia alguna, identificándose completamente con
nosotros en todo, menos en el pecado.
Si celebramos el día de Navidad, es bueno
que lo hagamos teniendo en cuenta esta verdad: demos gracias (Eucaristía),
recomencemos un camino, vivamos ya esta comunión con Él y con los demás. De
otra manera, la Navidad no será más que un gesto vacío y sin demasiado sentido
humano, y menos aún, cristiano.
El Adviento (las cuatro semanas) nos
prepara interiormente para darle sentido a la Navidad y para renovar nuestro
compromiso de trabajar viviendo esta propuesta de Dios.
Que Él nos bendiga (diga bien de nosotros)
porque decidimos, con nuestras limitaciones, hacer este camino del d.C.