miércoles, 29 de agosto de 2018

MARIA NOS CONVOCA EN SU CASA DE LUJAN PARA QUE ABRAMOS NUESTRAS MANOS Y NUESTRO CORAZÓN PARA UNA RELACIÓN FRATERNA CON TODOS

Hermanos:
El Papa Juan Pablo II, nos enseña con mucha razón y certeza: “La identidad cristiana exige el esfuerzo constante por formarse cada vez mejor, pues la ignorancia es el peor enemigo de nuestra fe. ¿Quién puede decir que ama de verdad a Cristo si no pone empeño por conocerlo mejor y conocer sus enseñanzas?”.
La mejor manera de conocerlo es a través del libro que nos habla de Él: El Nuevo Testamento. ¡Es su Palabra! No se trata simplemente de un libro de lectura, es más bien la oportunidad genuina de dejarse inundar por lo que dice. La carta a los Hebreos (4, 12-13) explica: “La Palabra de Dios es rica y eficaz”; es rica, de una riqueza inagotable, ya que hace más de dos mil años que permite seguir descubriendo novedades y porque va dando respuestas a las distintas situaciones. Es eficaz, porque actúa como una semilla cuando cae en tierra fértil, por sí sola al comienzo, y mejor todavía cuando encuentra la preocupación e interés de quien la recibe; el objetivo por la cual se nos dona es  transformarnos”, configurándonos con lo que es la Palabra: Cristo.
En los primeros siglos de la Iglesia, San Jerónimo, el primer traductor de la Biblia nos aclara: “El desconocimiento de la Palabra es el desconocimiento de Cristo” pues la Palabra y Cristo son la misma realidad o persona.
¿A qué viene todo esto?, ¿qué quisiera transmitir en esta carta?: que es imperioso para la vida de la Iglesia que cada uno se preocupe por cultivar la relación con la Palabra porque es la relación con el mismo Cristo. Así lo entendió San Juan cuando nos regaló el Prólogo de su Evangelio: “La Palabra se hizo Carne y habitó entre nosotros” (Juan 1, 14). De la misma manera, la celebración dominical y pascual, propia de los cristianos, tiene dos mesas: la de la Palabra y la de la Eucaristía (Pan y Vino = Cuerpo y Sangre). Siempre van juntas, nunca separadas.
La renovación de nuestra Comunidad Parroquial tiene que tener siempre como cimiento verdadero la Palabra de Dios, escuchada y practicada (Mateo. 7, 24-27).

Que Dios los bendiga.

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